Los testigos se pueden contar por decenas. Un diálogo un tanto ríspido entre policías y civiles arribó a un desenlace previsible cuando uno de los “representantes de la autoridad”, ante el asombro generalizado, le propinó una bofetada brutal a quien después fue identificado como profesional de la medicina.
La escena no es nueva. Gente humilde, agobiada por la estrechez y el calor de sus viviendas marginales a duras penas pueden compartir en sus minúsculas salas y habitaciones. En estos interminables días de altas temperaturas, limitaciones económicas e incertidumbre, los uniformados se presentan armados como si fueran a una guerra y arrastran de forma abusiva a señoras, ancianos y jóvenes en calidad de detenidos por “violar el toque de queda”.
¿Quién no fue testigo del inconcebible apresamiento de un anciano que aguardaba frente a una residencia por un plato de comida porque “se estaba muriendo de hambre”? Su rostro ajado y famélico, sus súplicas, su talante de decaimiento y abandono, no le dejaban mentir. El pobre hombre fue arrastrado y empujado ferozmente a un vehículo policial.
Estos días son difíciles para todos. La peor parte recae en quienes integran el pueblo llano. La situación económica, anímica, social, familiar es tan amarga que roza lo insoportable. Las personas están agobiadas por tantas limitaciones y tanto desasosiego.
No parece que, por ahora, esta situación vaya a tocar fondo. En el horizonte se vislumbran eventos ingratos y desagradables. No hay espacio para sentimientos e ideas edificantes.
La situación, vista en su conjunto, resulta devastadora. El país se debate en un estado de parálisis con la casi totalidad de las empresas, negocios, comercios, industrias, inactivos.
Debido al errático y corrompido manejo oficial de las variables económicas, la situación previa a la pandemia ya era significativamente preocupante. Ahora, las proyecciones indican que el crecimiento será nulo cuando no negativo en las principales economías del mundo, en América Latina y el Caribe.
Las exportaciones en nuestra área sufrirán una contracción que asciende a un 14.8 por ciento. “Diversos analistas”, nos explica Pedro Silverio Álvarez “han considerado como muy poco probable que la economía dominicana se mantenga fuera del rango de crecimiento negativo”.
La pandemia ha frenado de golpe al turismo y las remesas. La recuperación se tomará lo restante de este año y una parte sustancial del 2021 y quién sabe. Las perspectivas son sombrías: la economía dominicana “pudiera perder más de seis puntos porcentuales en el crecimiento del Producto Bruto Interno”.
De acuerdo con el ministerio de Trabajo las solicitudes de suspensión laboral de las empresas afectan a 814 mil 326 empleados.
Ciertamente, existen algunos esfuerzos encaminados a atenuar los efectos de la pandemia. Solo que la ineficiencia oficial se evidencia por todas partes. Waldo Ariel suero, presidente del Colegio Médico Dominicano calificó como “muy preocupante” la situación. “Esta epidemia continúa avanzando con una letalidad de 4.8 por ciento, una de las más alta de América Latina”, aseguró.
Las enfermeras manifiestan estar atravesando por una complicada situación “ante la falta de mascarillas, guantes, batas, kimonos, gafas y zapatos”. Cerca de un centenar se han infestado y otras 121 se encuentran en condición de aislamiento.
Un centenar de policías está afectado por la enfermedad. El costo de la canasta familiar se incrementa sin freno. Hay largas filas frente a los supermercados, las farmacias y las entidades bancarias.
Mientras, el gobierno invierte millones de pesos en publicidad a favor de su candidato que, no obstante, figura en tercer lugar en las encuestas. La situación no es para nada promisoria. Nubes muy oscuras se acumulan en el horizonte…