Una situación delicada y sensible

Una situación delicada y sensible

Una situación delicada y sensible

Roberto Marcallé Abreu

Personas que caminaban por el litoral marino de la avenida España fueron los primeros en dar la voz de alarma.

Los cadáveres de una mujer y un hombre fueron vistos flotando azotados por la violencia de las olas. Un adolescente declaró haber visto el cuerpo de un niñito cerca de las rocas.

En el sector Invivienda de Santo Domingo, en un borroso video, se advierte un sujeto delgado, alto, de gestos apagados y fríos, que desdibuja sus facciones con una gorra de color indefinido cuando se dirige, en una actitud conminatoria, a dos jovencitas.

Los tres penetran a un oscuro callejón y ya no se les ve más. Vecinos de la zona afirman que el individuo es un “violador en serie” que mantiene el lugar “en estado de zozobra”.

En otro video, se descubre a dos antisociales que escapan en un motor a alta velocidad. Uno de ellos hace varios disparos. Una niña de cinco años muere al instante al recibir un impacto en la cabeza. Su padre, quien se encontraba en la sala de la vivienda en Los Alcarrizos, resultó herido. Los asaltantes robaron un teléfono celular y luego escaparon por una calle desolada.

La semana pasada el escándalo se centró en los elevados precios de productos de la canasta familiar. El ministro de Agricultura, Limber Cruz, sorprendido por el aumento que consideró insólito, advirtió que el plátano, que se estaba vendiendo entre 25 y 45 pesos al público “se adquiere a ocho pesos en finca”. ¿Pura especulación? ¿O hay quienes están activando el desasosiego manipulando con sus recursos inmensos estos aumentos?

El común del dominicano vive nervioso y atribulado. Cada tragedia aumenta su angustia y desconcierto. Esta situación es un caldo de cultivo a la medida para propósitos desestabilizadores.

Meses de impotencia, encierro, desempleo, inseguridad, conflictos familiares y sociales y necesidades insatisfechas han acarreado un trastorno mayúsculo en la conducta ciudadana. Se ha incrementado la violencia, la intolerancia y el irrespeto a la vida. Padecemos una situación explosiva.

Nuestro concepto de la libertad personal se ha reducido de forma dramática debido al virus omnipresente, el distanciamiento social, los horarios limitados, la escasez de recursos y el toque de queda. Hay filas por todas partes.

Este estado de dificultad interminable se palpa de forma brutal en las calles, el trabajo, los hogares.
Normalizar este estado de cosas, pese a los esfuerzos titánicos que se hacen a nivel oficial y otros sectores responsables, luce arduo y complejo.

El costo del año escolar que se inicia este lunes será de cincuenta mil millones de pesos. Existe el propósito, revelado por el ministro de Economía, de invertir más de 55 mil millones en proyectos de inversión pública para aliviar la situación de las diversas comunidades y sus habitantes que yacen al borde del colapso.

Estos y otros esfuerzos no dejan de ser esperanzadores: Esta semana se inauguró la modificación de tres plantas eléctricas a gas que ahorrarán al país mil millones. Se crean nuevos instrumentos para impedir el lavado de activos complicando el accionar de la delincuencia financiera. La Procuraduría no descansa en su ejercicio encaminado a ajusticiar a megamillonarios a la carrera con fondos del tesoro público.

El gobierno desautorizó la construcción del Aeropuerto de Bávaro, aprobado por Medina calificándolo como “lesivo para el país”. Se ha extendido el plazo de cobertura para el Seguro Familiar de Salud de miles de trabajadores. Se despide a la empleomanía parasitaria del peledeísmo. Se reorganiza al Estado a todos los niveles. Se trabaja sin descanso.

Costará muchos sacrificios reducir el elevadísimo nivel de violencia social, la delincuencia, los suicidios, los crímenes, los asesinatos de mujeres y cerrar las puertas a las actitudes conspirativas de los desplazados. El ánimo del público está hipersensible y eso es peligroso.

El país está desbordado por las dificultades. La situación es compleja. Seamos realistas: estamos muy lejos de la forma de vida a la que todos, desesperadamente, aspiramos. Debemos seguir esforzándonos.



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