Cuando inició la Serie Mundial muy pocos daban muchas posibilidades a los Astros sobre los poderosos Dodgers, olvidando lo que se ha convertido prácticamente en una ley, la frase del célebre receptor de los Yankees Yogui Berra de que : “El juego no se acaba hasta que no termina”.
Berra lo dijo en 1947, cuando su equipo ganaba 2-1 a los Dodgers en el noveno inning, en el Ebbets Field, de Brooklyn, con su lanzador Bill Bevens lanzando un partido sin hit hasta la novena entrada, porque la carrera fue producto de dos transferencias, un sacrificio y un rodado al cuadro.
Los Dodgers embasaron a dos por transferencias, y con dos outs, a punto de lanzar el partido sin hit, enviaron a batear al veterano Cookie Lavagetto, quien al segundo picheo disparó un batazo que chocó de aire en la verja, anotándo los dos corredores, quebrar el partido sin hit que lanzaba Bevens y de paso dejar en el terreno a los Yankees.
Fue en esas circunstancias de frustración, que Berra afirmó que “el juego no se acaba hasta que no termina”.
Con relación a las pocas oportunidades que se les daban a los Astros, reitero lo que dije antes de iniciar la serie, que ese equipo estaba integrado por un núcleo de jugadores con excepcionales condiciones, capaces de echarle agua al sancocho en cualquier circunstancia, y así ocurrió, convirtiéndose en el primer conjunto de Texas que logra un título de octubre.
También hay que destacar que el núcleo de jugadores latinos, integrado por José Altuve, Carlos Correa y Yurie Gurriel fue fundamental en la victoria, que ha dejado boquiabiertos a muchos que no entienden que el béisbol es un deporte impredecible, donde cualquier elemento, por pequeño que aparente, se convierte en la clave del éxito o el fracaso.
Esta Serie Mundial que finaliza constituyó, sin duda, una de las más emocionantes en toda la historia de ese clásico, ya bastante añejo, porque arribó a las 113 ediciones.