Los calificativos correctos para definir con palabras lo sucedido en el último partido del torneo regular en el baloncesto superior de Santiago, entre los equipos del Club Domingo Paulino y el Gregorio Urbano Gilbert, podrían ser” vergonzozo, escandaloso, inaceptable, degradante, deshonroso e indecente”, por solo citar algunos que le encajan como anillo al dedo.
En un evento ya bastante maduro, porque está en su versión 41, y del que fanáticos y organizadores se sentían orgullos, ocurrió lo que nadie podría imaginar.
Sucede que los dirigentes de ambos quintetos ordenaron a sus jugadores que no podían ganar ese encuentro porque no deseaban enfrentar a Pueblo Nuevo en la serie semifinal B, por la supuesta o real superioridad que ambos entendían mostró este último equipo.
Es así como se empezó a consumar una de las peores barbaridades y estafa a los fanáticos que desde el primer momento del choque, observaron estupefacto los errores infantiles que cometían jugadores experimentados de ambos equipos, con tal no no adjudicarse el triunfo.
A pesar de que la Asociación de Baloncesto de Santiago comprobó los hechos calificados como bochornoso por el presidente de la Federación de Baloncesto, Rafael Uribe, las sanciones fueron muy “débiles”.
Otro aspecto penoso de esta barbaridad, nunca antes vista aquí en eventos de esa envergadura, es que a los dos equipos se les multó con apenas 50 mil pesos, cifra ridícula, tomando en cuenta la magnitud del caso, y lo que correspondía era suspenderlos por este torneo, y efectuar la final con los otros dos clasificados.
Además, a estos “honestos y pundonorosos” dirigentes se les debió suspender por lo menos por cinco años, para que jamás a nadie se le ocurra cometer esa inmoralidad imperdonable.