El poeta inglés Alexander Pope dijo que “el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”.
Al margen de que la mentira constituye un pecado, tal y como lo establecen las Sagradas Escrituras, no existen razones para mentir, ya que solo nos adiciona una carga a la ya pesada que impone una sociedad desigual.