“Los hombres siempre están dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir la propia vida”, dijo el sacerdote San Agustín, oriundo de la ciudad antigua de Targaste, territorio argelino.
Resulta una cuestión básica el conocernos, motivado a que nos haría obrar juiciosamente.
Hay tres tipos de juicios: el de la gente, el del corazón y el de la conciencia. Hay que ignorar el primero, aprender del segundo, y escuchar siempre el tercero.