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El escritor romano Publio Terencio Africano dijo que “nada humano me es ajeno”. Esa frase adquiere hoy en día gran relevancia en momentos en que se hace necesaria la solidaridad.
Eso sucede a pesar de que no existe persona alguna que no posea cierta noción del bien y del mal, de lo honrado y de lo infame, de lo justo y de lo injusto, de la felicidad y de la desgracia, del cumplimiento de los deberes y de los males de la negligencia. Los humanos debemos vernos como un solo cuerpo, no ajenos a nosotros mismos.