El emperador romano Tito afirmó que “prefiero morir a hacer perecer alguno”.
Tantos siglos después, en la actualidad, hombres y mujeres mueren cada segundo debido a decisiones erradas de gobernantes carentes de visión y de bondad para dirigir con acierto a sus respectivos pueblos.
Ese ejemplo valió para que, a su muerte, le colmaran de tantas alabanzas y honores como jamás le prodigaron estando vivo.