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El escritor romano GeiloAulo indicó que “la verdad es la hija del tiempo”. ¡Cuántas verdades juntas hay en esta frase! Desde la profundidad de lo axiológico, la verdad constituye el más sublime de los valores.
Lamentablemente, si decir la verdad fuera la escalera para subir al cielo, este espacio podría quedarse sin almas vivientes porque el valor de esta virtud no consiste en decirla una, dos y hasta tres veces, sino mantenerla en el tiempo, y no recurrir a ella sólo cuando nos convenga.