El poeta estadounidense Wallace Stevens dijo: “En cuanto el hombre abandona la envidia, empieza a prepararse en el camino de la dicha”.
La envidia constituye el peor enemigo que podemos tener, porque es más irreconciliable que el odio, un furor que no puede sufrir el bien ajeno, un gusano roedor del mérito y de la gloria, una pública confesión de flaqueza e inferioridad, así como mil veces más terrible que el hambre, ya que se anida en el espíritu.
Esta llega tan lejos que un proverbio castellano reza: “Hay que temer más de la envidia de un amigo, que de la emboscada de un enemigo”.