Hace varios meses, cuando se hablaba sostenidamente de la reelección presidencial del Lic. Danilo Medina, de la posible división del PLD, del carácter de las primarias, de las leyes Electoral y de Partidos, señalé a través de uno de mis artículos publicados en este diario EL DÍA, que la confrontación de los dos más altos líderes peledeístas no desembocaría en una división, sino en una transacción.
En esa ocasión partimos de la idea de que esos dos líderes estaban condenados a “entenderse” y que buscarían alguna fórmula de transacción. Consideramos que era improbable la división de un partido en el que muchos de sus dirigentes se habían acostumbrado a las mieles del poder, y en el que otros tantos temían a las consecuencias de haberse embarrado con las heces resultado de un ejercicio pecaminoso en el mismo. Pensé que se impondría una fórmula de transacción como manera de evitar la división del partido fundado por Juan Bosch en 1973.
Pero me equivoqué. La división del PLD es hoy una realidad, aunque pueden haber quienes, como soñadores o subjetivistas políticos, estimen que la renuncia de Leonel Fernández del PLD no significa la división de este partido.
Lo anterior me permite apuntar que los hechos políticos no son muchas veces el producto de la racionalidad y de la lógica, sino el resultado de un amasijo de motivaciones individuales o colectivas, pasiones y temperamentos personales, intereses de grupos, acciones no profundamente meditadas y hasta de circunstancias relacionadas con el azar.
Los discursos en que Leonel Fernández renuncia del PLD y en el que el presidente Medina responde al primero, revelan un alto nivel de encono, querellas y desavenencias acumulados a lo largo de años, que solo podían suponer los del círculo íntimo de uno y de otro. Esta era una situación que, siendo sincero, no estaba dentro de lo que podía ponderar con exactitud.
Llama la atención que en ambas piezas discursivas estuviera ausente la alusión a un examen personal autocrítico, así como la no presentación de planteos programáticos que expresaran una confrontación ideológica o doctrinaria.
Esta enconada confrontación es una nueva lección a una parte del pueblo dominicano, para que entienda que no debe dejarse utilizar como “carne de cañón”.
La división del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) introduce en el escenario nacional nuevas reconfiguraciones políticas. Del bipartidismo pasaremos al tripartidismo, adquiriendo una gran importancia una serie de partidos y movimientos políticos de menor incidencia cuantitativa. Tal importancia se plantea por la necesidad de constituir alianzas o coaliciones políticas electorales.
La capacidad para establecer estas coaliciones, así como la habilidad de presentar claros y certeros postulados reivindicativos, puede marcar la diferencia. La ciudadanía dominicana, que es digna de vivir experiencias electorales conscientes, reclama cambios, cambios derivados de la propuesta y aplicación de puntos programáticas esenciales.