La escasa o nula política de mantenimiento de las instalaciones deportivas es uno de los peores males que ha confrontado el deporte nacional para su desarrollo integral.
Es una lástima que por décadas las autoridades, con una dejadez que espanta, no se hayan preocupado en lo más mínimo por mantener en buen estado físico instalaciones de alto, mediano y bajo costo.
Ello quedó demostrado con el montaje en el país de siete disciplina de los Juegos Centroamericanos y del Caribe San Salvador 2023, en que se tuvo que realizar una alta inversión para ponerlas en condiciones de competir.
Desde 2003, cuando República Dominicana fue sede de los Juegos Panamericanos, jamás se le dio el mínimo mantenimiento a instalaciones como ráquetbol, hockey sobre césped, tiro al plato y canataje.
Muchas otras que servirán de escenario para los Juegos Centroamericanos y del Caribe Santo Domingo 2026, tendrán que ser sometidas a trabajos profundos para que puedan estar aptas para competir.
Esto demuestra que la política de mantenimiento, no solo en deportes, sino en todas las estructuras públicas, están huérfanas, a pesar de que todos los organismos del Estado tienen departamentos para esos fines.
Parecería que es adrede que esas obras se dejan al olvido, dado que es muy rentable dejarlas abandonadas a su suerte, por lo que luego se tienen que realizar grandes inversiones en reparaciones para adecuarlas.
El Comité Olímpico, federaciones, ligas y clubes, deben ser los primeros que deben mantenerse vigilantes ante las autoridades.
Sin embargo, eso le importa un comino, a pesar de que los más perjudicados son los miles de atletas que dicen representar.