Se dice que a los hombres serios no hay que recordarles sus deberes. Pero a veces se hace necesaria una voz de aliento y advertencia para que las buenas iniciativas no pierdan el impulso con que empiezan y terminen estancadas en los altos despachos del Estado.
Por eso ha sido tan oportuno el Congreso Cívico al pedir al presidente de la República, mediante pronunciamiento público reciente, que reitere su determinación de seguir impulsando las reformas que anunció en su discurso del pasado 16 de agosto.
Parecería que después de la saludable retirada del proyecto de reforma fiscal, las demás reformas han sido relegadas y terminarán muriendo por inercia, como ha pasado en ocasiones anteriores con proyectos similares.
Esto sería una pérdida colosal para el proceso de democratización política y la renovación del orden jurídico y el aparato estatal. Porque se perdería el chance que se ha creado con el cambio de gobierno y la nueva ambientación política originada con el mismo y sobre todo porque ahora ha sido el jefe del Ejecutivo quien ha declarado su decisión de ponerse a la cabeza de ese proceso de renovación indispensable e inaplazable.
El Consejo Económico y Social que es el anfitrión de los diálogos sobre las reformas, hasta donde conozco, no ha vuelto a convocar a los sectores concernidos en esas conversaciones y es precisamente ahí donde el impulso del presidente Luis Abinader debe jugar su papel.
Las reformas en debate fueron un compromiso de campaña del presidente, él ha sido enfático desde el poder en ratificar ese compromiso y fue más lejos aún al someter sus propuestas al debate. Pero ahora como que todo ha quedado en un punto muerto y se necesita de un renovado empuje. Así lo advierte con mucha pertinencia el pronunciamiento del Congreso Cívico.
Todos los sectores interesados en cambios reales están en el deber de intervenir en este movimiento interesante y hacer su aporte. Algunas de las fuerzas políticas y sociales conservadoras podrán mostrarse indiferentes y hasta obstruir las reformas.
A otras, que en nombre del radicalismo revolucionario las rechazan debemos recordarles que el leninismo aconseja que, en momentos no revolucionarios, cuando de lo que se trata es de acumular fuerzas y avanzar, una de las tareas importantes es luchar por reformas y avances democráticos, sin limitarse a ellos, sin caer en el mero reformismo, manteniendo el horizonte de los objetivos supremos, y como forma de avanzar hacia cambios y objetivos de más largo alcance.