La marginalidad y la exclusión son factores que definitivamente predominan entre los hombres y mujeres que en todos los países del mundo dedican la mayor parte de su existencia a la práctica del boxeo.
Esos son los factores preponderantes para que los púgiles, en casi un 100%, producto de cierto rechazo social, no encuentren defensores en la mayoría de los círculos de poder.
A pesar de los logros que han alcanzado en los eventos aficionados y profesionales, el simple hecho de ser oriundos de las periferias y sectores marginados y discriminados, los coloca contra la pared en términos sociales.
Se les presta muy poca o nula atención, porque se les considera como irrelevantes e insignificantes, excepto cuando obtienen triunfos sonoros, la mayoría de las veces por su propio esfuerzo.
En la actualidad decenas de boxeadores profesionales están pasando las de Caín en términos económicos, por lo que se hace necesario la adopción de medidas para que puedan paliar las consecuencias que deja la pandemia.
No hay obstáculos válidos para que siempre cumpliendo estrictamente la medidas sanitarias, se presenten carteleras sin la presencia de aficionados, solo para la televisión, como ocurre en otros países, en especial Estados Unidos, Inglaterra y México.
Es una sugerencia, que de aprobarse, constituiría un respiro a parte de los inconvenientes económicos por la que atraviesa el boxeo, que se encuentra en un penoso estado de retroceso en todos los órdenes.