Si nos basamos sobre los discursos de los dirigentes y acuerdos técnicos firmados entre Haití y República Dominicana desde 1996, diríamos que teóricamente hay un interés en propiciar un ambiente adecuado para la cooperación y la paz. Sin embargo, faltan acciones políticas tendientes a la reconstrucción real de los lazos entre los dos países.
Así, los vibrantes discursos de Punta Cana y Juan Dolio, en el marco del diálogo bilateral de alto nivel calificado de histórico el año pasado, no eran por sí solos suficientes para motorizar los cambios estructurales en las relaciones binacionales de tal modo a evitar la recién crisis diplomática.
Esta última, creada alrededor del colgamiento de Henry Claude Jean con los incidentes previos y posteriores en Santiago y Petion Ville, toma cuerpo por, de un lado, la cooptación oficial de una actividad de la sociedad civil, y del otro, el sutil uso político en un contexto de presión sobre el tema haitiano.
Los cancilleres, como principales protagonistas, hicieron las paces al arribar al “Acuerdo de Jimani” el 13 de marzo, en una reunión nuevamente calificada de “histórica”.
Lamentamos no compartir esa apreciación, pero como Rochambeau, quien valoró el heroísmo de (François) Capois La Mort, en un episodio muy interesante de la guerra de la independencia de Haití en 1803, los analistas haitianos debemos reconocer una victoria diplomática dominicana por la sagacidad del Ministro de Asuntos Exteriores.
Su estrategia en 4 pasos dio resultados eficaces: 1) notaenérgica de protesta y de rechazo total de las acusaciones haitianas, 2) llamado a consulta del embajador y evacuación del personal diplomático no prioritario, 3) cierre de los consulados y 4) acorralamiento internacional de Haití, notablemente con las declaraciones que produjeron el Parlacen y la oficina local de la OEA entre otros.
El Gobierno dominicano, en posición de debilidad tras el ahorcamiento de Santiago, pudo revertir dicha situación hasta tal punto de no conformarse con una correspondencia, sino exigir a Haití de presentar un plan concreto de protección de sus consulados. ¿Cuál fue la exigencia haitiana?
Tres temas pudo Haití haber puesto en la mesa. En primer lugar, las repatriaciones violatorias al decreto 327-13 sobre el Plan de Regularización.
No se trata de las devoluciones fronterizas de quienes recién cruzaron, sino operativos militares que se llevan a cabo particularmente en los bateyes de Barahona desde el mes de febrero. ¿Cuántos son de los 30,000 repatriados por el Ejército?, no hay precisiones.
En segundo lugar, la violencia dirigida hacia la comunidad haitiana. Desde principios de año con los dos últimos casos de Santiago del recién fin de semana ya se calculan a 15 los muertos, incluyendo un menor, y una mujer violada. “El Nacional, en su edición del 3/3/2015, menciona algunos, pero todos son casos donde no hay un móvil claro. Hay quienes hablan ya de “masacre de baja intensidad”.
Tercero, al ser recientemente acusada de tener “doble cara”, la parte haitiana pudiera haber señalado la tolerancia oficial debido a compromisos político-electorales de posicionamientos antihaitianos que provienen de órganos públicos o asumidos por funcionarios gubernamentales o estatales dominicanos.
Aunque tengamos que lamentar los incidentes que enlodan desde principios de año las relaciones entre los dos países, sentimos una justa satisfacción que nuestras humildes sugerencias se están tomando en cuenta frente a la gravedad de la situación.
En tal sentido hay que saludar la campaña ya lanzada en Haití por la cual igualmente se comprometió República Dominicana en la reunión de Jimani.
Es una iniciativa cuya necesidad no hemos dejado de plantear desde el año 2005 (Hoy 16/05/2005 Paraison pide campaña de amistad) Asimismo, se debe señalar, la intervención directa que hemos recomendado a los dos mandatarios en sendos discursos a sus naciones, lo cual ya cumplió el haitiano recientemente en la ciudad de Leogane (DL 8/12/2013 “Pide a Medina y Martelly pronunciar discursos para bajar tensiones). Naturalmente, se espera alguna intervención pública de la parte dominicana.
Lo histórico vendrá por un acuerdo bilateral inspirado del tratado franco-alemán del Eliseo de 1963 con una verdadera voluntad política de extirpar los problemas desde la raíz a través de múltiples programas de intercambios buscando la convivencia pacífica para siempre.