¿Y por qué no? –preguntarán algunos al leer el título que he puesto a mi columna de hoy. Pues les diré que yo también me hago la misma pregunta y voy más lejos: no quisiera morir sin verlo.
Salvo el caso de doña Milagros Ortiz Bosch, que coyunturalmente ocupó varias veces -por pocos días cada vez- la silla presidencial en su condición de vicepresidenta durante el gobierno de Hipólito Mejía, cuando éste salía del país, ninguna mujer dominicana ha ejercido el poder en la República a lo largo de la historia.
En los últimos años hemos progresado mucho en el camino hacia la superación de los prejuicios antifeministas arraigados en nuestra población.
Poco a poco las mujeres van ganando terreno en el ejercicio de los derechos humanos y en posiciones tradicionalmente reservadas al género masculino.
Así vemos a las hijas de Eva dirigiendo empresas, encabezando asociaciones y gremios, participando activamente en cónclaves de toda índole y compartiendo con sus parejas, de igual a igual, las delicadas responsabilidades de dirigir el hogar.
En el ámbito de la política, a nivel internacional, se han destacado notables mujeres que han llegado hasta a ser gobernantes o figuras principales de gobiernos, como Michelle Bachelet en Chile, Violeta Chamorro en Nicaragua, Cristina Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Laura Chinchilla en Costa Rica, Angela Merkel en Alemania, Mireya Moscoso en Panamá, Benazir Bhutto en Pakistán y otras, sin contar a las reinas que andan por ahí con el único mérito de haber nacido donde nacieron.
¿Y en República Dominicana? Bueno, aparte de las que calladamente esperan una oportunidad y no se atreven a confesar sus aspiraciones, aquí se habla de doña Margarita Cedeño de Fernández como una probable candidata presidencial para el año 2016; y hace pocos días se publicó que la dirigente perredeísta Geanilda Vásquez podría estar aspirando a competir dentro de su partido.
Lo mismo se comenta de Carolina Mejía, hija del expresidente Hipólito Mejía.
El momento es oportuno para que salgan a la luz pública todas las que sueñen con la silla de alfileres, pues el tiempo vuela y el trabajo que tendrían que hacer no es un juego de niños.