Una mirada dolorosa a Duarte en la historia

Una mirada dolorosa a Duarte en la historia

Una mirada dolorosa a Duarte en la historia

Alex Ferreras

“¿Y qué puedo decir yo de este pobre hombre, que pasó sus últimos días vendiendo rosarios para ganarse la vida en un pueblecito de Venezuela?”.

Con esas frases peyorativas, que encierran un profundo desprecio a la figura de Duarte, recibió el padre Meriño sus restos en la catedral de Santo Domingo en 1884, en presencia de la comisión que se encargó de traerlos, en la que se encontraba el historiador Emiliano Tejera, y quien registró tan desafortunada opinión de Meriño sobre el patricio. (Ver la obra “Navarijo”, de F. E. Moscoso Puello)

Las palabras del prelado y antiguo presidente son sintomáticas del concepto general que a menudo el grueso de la clase política ha tenido del fundador de nuestra nacionalidad, el único, no obstante, de los tres Padres de la Patria, que nunca claudicó a sus ideales libertarios a favor de la nación recién creada.

Duarte estuvo por encima de toda expresión de mezquindad humana. Su nivel de sacrificio fue tal que renunció a todos sus bienes y los de su familia en pro de la causa separatista.

Sin embargo, nada más lejos -claro, con sus excepciones- en aquellos que han detentado el poder en la patria que nos legara, parejo espíritu de desprendimiento, de nobleza y de entrega.
Nuestro Apóstol en ningún momento perdió fe en su ideario.

No le importó que el país estuviera en su época dividido en cinco grupos: los afrancesados, los pro españoles, los pro haitianos, los pro estadounidenses y los que apostaban a un país independiente y soberano. En estos se encontraban los Trinitarios.

El ideal de Duarte y los Trinitarios caló en la clase media urbana. De ahí que las elites conservadoras no le hayan dado importancia a sus aprestos separatistas por considerarlos no viables.

No en balde se les dio el calificativo de “filorios”. Como poeta forjador de la nacionalidad dominicana, debió haber presentido en sus más adentros en lo que resultaría su obra a través de los años. Ya en su tiempo tuvo que apurar los sinsabores de la traición y la deslealtad, incluso de próceres de quienes no habría esperado tal indelicadeza.

Para él, el país tenía que ser libre de toda potencia extranjera, como dice en una de sus frases. Tampoco aceptó ningún tipo de mediatizaciones para que el país lograra su plena libertad.

Si sintomática fue la declaración de Meriño que nos recuerda la fábula de la luciérnaga y la serpiente, más reveladora aún es de nuestro carácter como pueblo la profunda crisis de identidad con que un grupo de dominicanos ha manipulado por razones oscuras el tema de las relaciones entre la República Dominicana y Haití a raíz de la sentencia 168-13.

Idéntica división en el seno de la sociedad dominicana de los tiempos del patricio tiene su antecedente en la de los cinco grupos arriba citados.



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