Una maestra de vocación en la cima montaña

Una maestra de vocación en la cima montaña

Una maestra de vocación en la cima  montaña

Padre Las Casas, Azua.-La pasión por la superación personal y la vocación por educar fueron la “bujía” inspiradora para que una madre de tres hijos, aún viviendo en una pobreza extrema, lavando ropa por paga y barriendo en las polvorientas calles de Padre Las Casas, municipio de la provincia de Azua, lograra el sueño de ser una maestra graduada con honores, en el área de la Educación Inicial.

Altagracia Céspedes, de 31 años, habita junto a sus hijos y esposo en una vivienda hecha en cartón, madera, llena de carcoma y paredes de falso concreto que anuncian a viva voz que en cualquier momento se le puede derrumbar.

Odisea

La mujer de espíritu luchador recuerda con palabras entrecortadas y los ojos nublados en lágrimas la odisea que le tocó vivir para poder tener hoy su título universitario, sueño que por sus condiciones económicas veía lejos, pero no imposible.

Hambre, desnudez y vergüenza fueron sus compañeros durante el proceso de sus viajes a la Universidad Tecnológica del Sur , donde funcionaba el plan de beca que le proporcionó el Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio, filial del Ministerio de Educación .

“Solo tenía el pasaje para irme, no había dinero para comer, le dije al cobrador que me ayudara, me dijo que sí, pero que tenía que viajar parada desde el sector Los Maginos hasta Azua, algo imposible para mí, que tenía unos días de haber dado a luz”, narró Céspedes tratando de contener lágrimas.

Cobradora de guagua y trabajadora doméstica fueron algunos de los trabajos que realizó para cubrir sus gastos y ayudar a su esposo, un motoconchista de escasos ingresos.

Felicidad del pobre

Con precariedad y mucho esfuerzo llegó a la meta, graduándose con honores y superó el concurso que realiza el Ministerio de Educación, siendo nombrada en una escuela.

Pero como dice el proverbio popular, “la felicidad del pobre dura poco”, la designación que tanto esperó salió en una localidad denominada Gajo de Monte, que para llegar allá se tarda más de cuatro horas, por lo que prefiere pernoctar allí de lunes a viernes y regresar a su casa los fines de semana.

“Cuando llega la hora de marcharme y dejar a mis hijos solos me pongo triste y me entra una desesperación, pero no puedo retroceder, ya que a mí me ha dado mucha lucha conseguir lo que tengo”, dijo.

Altagracia recuerda que llegó a la comunidad Gajo de Monte y allí junto a otras compañeras alquilaron una vivienda, compraron colchones y se acomodaron para economizar algo.

Pago a medias

Reconoce que la vocación es su fuerza, pero el dinero es una necesidad, y eso es lo que le falta, ya que cuando fue a cobrar solo le pagaron una tanda y trabaja dos.

Los sueños se cumplen cuando uno se enfoca y pone sus metas claras. Cuando uno sabe para dónde va nada ni nadie te detiene.

El miedo y los problemas se apoderan de los sueños, pero uno no se puede detener bajo ninguna circunstancia. Altagracia es un ejemplo de esto.

“Dios estaba conmigo en todo momento, nunca me dejó sola”, dice mientras su hijo mayor la miraba orgulloso.

Dueña del conocimiento

En la esperada graduación el vestido, la toga y el birrete eran prestados, solo el diploma era de ella y aun así nunca se sintió derrotada porque sus metas estaban claras.

Aún no se ha hecho la foto con la toga y el birrete porque lo que ella gana no le permite realizar muchas cosas. Pero tiene lo más importante: los conocimientos, y esos sí que son suyos.

No pierde la esperanza de realizar una maestría “como Dios manda”, y de conseguir el traslado a su pueblo y dar clase en Educación Inicial, que es su especialidad.

“Le agradezco a las escobas que me acompañaban a barrer junto a mi esposo todas las madrugadas, las casas de familia donde limpiaba y lavaba para darles la comida a mis hijos, y las guaguas donde trabajé como cobradora.

Cuando se quiere se puede”, expresa orgullosa esta maestra rural.

“Dios estaba conmigo en todo momento, nunca me dejó sola”, expresó mientras secaba sus lágrimas y levantaba al fin la mirada, satisfecha de haber logrado su meta.