Una luz en el desarrollo de la Capital
Siempre he sido un apasionado de los temas de ciudad y el progreso urbano. He visto cómo Santo Domingo ha crecido de manera acelerada, muchas veces sin planificación, con proyectos inconexos y sin una visión a largo plazo.
He sido escéptico respecto a los planes anteriores porque, en su mayoría, han sido esfuerzos aislados, sin una verdadera coordinación entre las instituciones responsables del desarrollo de la ciudad.
Muchas veces he visto cómo se anunciaban grandes proyectos que, con el tiempo, se diluían en la falta de seguimiento o chocaban con otras iniciativas que parecían diseñadas sin tomar en cuenta el contexto general.
Pero esta vez siento que hay una diferencia. Con el Plan Integrado de Santo Domingo, por primera vez en mucho tiempo veo una estrategia bien pensada, un esfuerzo articulado entre el Gobierno central, el ayuntamiento y el sector privado.
Se siente la intención de construir sobre una base sólida, de evitar la improvisación y de asegurar que cada paso que se da tenga sentido dentro de un esquema mayor.
No es una lista de obras para salir del paso, sino un marco que busca guiar el desarrollo de la capital con criterios claros y sostenibles.
La transformación del malecón en su primera etapa es un claro ejemplo de esto. Durante años, el litoral de Santo Domingo ha sido desaprovechado, con espacios públicos en deterioro y una falta de integración con la vida de la ciudad. Ahora, con la creación del Paseo 30 de Mayo y el Malecón Deportivo, la idea de recuperar estos espacios y hacerlos accesibles a la gente empieza a ser una realidad.
No es sólo embellecimiento; es funcionalidad, es mejorar la calidad de vida, es permitir que las familias, los deportistas y cualquier ciudadano tenga un entorno seguro y agradable para disfrutar de su ciudad.
El tema de la movilidad también es una de mis grandes preocupaciones.
He visto cómo el tráfico en Santo Domingo ha empeorado año tras año, sin una solución real que ayude a mejorar el desplazamiento dentro de la ciudad.
Aunque esta primera fase del plan se centra en el litoral, es evidente que hay una intención de mejorar la conectividad y la manera en que nos movemos dentro de la capital.
Sin una visión de movilidad integrada, cualquier mejora en la infraestructura se queda corta. Ahora, al menos, veo señales de que se está tomando en serio la necesidad de un transporte más eficiente y bien planificado.
Otro aspecto que me hace ver con cierta esperanza este plan es la coordinación interinstitucional. Durante mucho tiempo, cada entidad gubernamental parecía ir por su cuenta, sin una estructura que garantizara que los esfuerzos estuvieran alineados.
Obras Públicas por un lado, el ayuntamiento por otro, Medio Ambiente con sus propias prioridades, y al final, una ciudad fragmentada en su planificación.
Ahora veo que hay un esfuerzo por trabajar en conjunto, por establecer un plan maestro que sirva de referencia para todos y que, además, incorpore la inversión privada como un aliado en este proceso de transformación.
Sé que los cambios toman tiempo. También sé que en este país muchas veces se han anunciado grandes iniciativas que al final no llegan a concretarse como se esperaba. Sin embargo, esta vez, tengo la sensación de que hay algo diferente.
No estoy diciendo que todo será perfecto ni que no habrá obstáculos en el camino, pero por primera vez en mucho tiempo veo un plan.
Y cuando hay un plan, hay dirección, hay un norte, hay posibilidades reales de que las cosas avancen en la dirección correcta.
Desde mi amor por las ciudades y por la idea de un Santo Domingo mejor, quiero creer que esta vez sí estamos dando un paso firme hacia un desarrollo urbano más ordenado y sostenible.
Tal vez no veamos los resultados inmediatos, pero si hay continuidad y compromiso, podemos estar ante el inicio de una nueva etapa para la capital. Después de tantos años de escepticismo, al fin veo una luz.
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