Una historia de amarguras y desaciertos

Una historia de amarguras y desaciertos

Una historia de amarguras y desaciertos

Roberto Marcallé Abreu

La historia de la República Dominicana ha estado signada por la desdicha. Nuestro destino ha sido, de manera constante, aciago y oscuro. Es esencial recorrer este periplo de amarguras, desde el Descubrimiento de una tierra que muchos consideran bendita por su prodigalidad y condenada por la suerte de sus hijos.

Juan Bosch lo dijo una vez: diversos núcleos poblacionales tuvieron la oportunidad de desarrollarse e ir conformando una identidad y una nación. No fue nuestro caso. La depredación, el crimen y la brutalidad contra las mayorías han devastado un eventual Proyecto Nacional y nuestro tránsito a la Civilización.

¿Por qué nos extraña que, contra todos los cantos de sirena, seamos un país agobiado por la las injusticias y el sufrimiento? Una parte sustancial de nuestra población subsiste en un mar de angustias.

Integrantes de la clase política, la intelectualidad, la iglesia, maestros, profesionales, tantas personas representativas y declaradas adversas a este estado de cosas, tuvieron su momento protagónico. No fueron consecuentes.

Sabemos de quienes optaron por sumarse con su silencio e indiferencia a la generalizada situación de abusos.

Fuimos ingenuos si creímos que el ascenso al poder del discipulado de Juan Bosch, un auténtico apóstol, supondría un cambio radical de nuestro destino.

Ya anteriormente depositamos nuestra fe en el arribo al poder del partido “de la esperanza nacional”. Ilusas expectativas.

A excepción de Peña Gómez y unos pocos, la actitud deprecatoria estaba tan presente como en quienes se han servido hasta el hartazgo de la riqueza nacional.

El caso de Odebrecht nos reitera nuestro descalabro histórico. Pese a que dicho escándalo es una gota de agua en el mar si se le compara con hechos y conductas que todos conocemos y que harían palidecer el espíritu de saqueo más descarado e inhumano. Pienso ahora en mártires y luchas.

Nuestros héroes nacionales, encabezados por Duarte. Los afanes previos a la Independencia en el 1844 hasta el 1930.

Los torturados y asesinados en la Era de Trujillo. Los héroes del 14 de junio. El crimen innombrable de las Hermanas Mirabal. El asesinato de Manolo Tavarez Justo.

Los muertos de abril del 1965. Las víctimas de la confrontación posterior que se prolongó por años y años. La muerte de cientos de luchadores. Orlando, Goyito, Caamaño, Henry Segarra, Homero Hernández. Los sacrificados de 1984.

Los hambrientos y desnudos y los muertos anónimos de todas las épocas.

Somos testigos de un destino violado y retorcido.

Es el momento de preguntarse si ha valido la pena. Qué debemos replantearnos, qué debemos hacer. ¿Vamos a negar lo triste, angustioso y desolador de este panorama? ¿Hay en verdad lugar para la esperanza?



Etiquetas