Como se sabe, la gratitud es concebida como el sentimiento que predomina en las personas como expresión de reconocer en los demás que tanto podemos valorar, en grado positivo, el comportamiento de los demás hacia nuestra persona.
Se trata de algo incuantificable, invaluable que no prescribe ya que se siente en la piel, en el alma y que se manifiesta en nuestra fe y lo integra a los valores con que se actúa en la sociedad, es algo inherente.
Por las razones expuestas, podemos afirmar que la gratitud tiene un valor social, donde los valores de cómo interpreta la relación social, emocional, de lealtad y fidelidad se conjugan para construir el amor al prójimo y ser ético en todo el accionar de vida.
Pero resulta que la gratitud despierta esperanza, confianza y transmite paz a tu alma ya que la mezquindad, las ambiciones y la envidia no ocupan ningún espacio en los sentimientos sanos.
La primera gratitud de las personas es dar gracias a Dios por lo mucho que nos da, nos permite respirar a cada instante y nos llena de energía, tranquilidad y paz para enfrentar las adversidades con que nos enfrentamos de manera cotidiana.
Es por ello que al salir airoso de cualquier camino que nos toque recorrer, procede la gratitud ante Dios por todas sus bendiciones, máxime que esa ruta es la de los estudios.
También la gratitud debe tener un acompañante que son nuestros padres porque ellos nos brindaron la oportunidad para estudiar en todo el largo trayecto que implica formarse académicamente.
El valor que implica lo que hacen nuestros padres no tiene límites, sus orientaciones, apoyo, visión, amor y confianza son las que trazan las pautas de hasta donde podemos y queremos llegar, así como la ruta adecuada para lograrlo.
Un tercer elemento que es fundamental, es el centro académico que abre sus puertas para que dentro de ella nos formemos y podamos asimilar los conocimientos que la ciencia pone a disposición. Pues como se observa, la gratitud ha de girar alrededor de Dios todopoderoso, la familia y la academia, trilogía esta que nos definen como agradecido en contraposición de la ingratitud.
Bajo esa concepción hoy 1 de diciembre 2022, es oportuno que el autor de estos párrafos le agradezca a Dios, a mis padres y a la UASD, por convertirme en la persona que soy, lleno de valores ético, humildad y tener una visión objetiva de la sociedad.
Si, precisamente hoy, debo agradecer una vez más a la Universidad Autónoma de Santo Domingo por convertirme de nuevo en uno de sus egresados de sus sabias aulas de uno de sus programas de maestría, esta vez dentro de los más altos honores académicos de postgrado.
La UASD, aporta a la sociedad dominicana 44 maestrantes formados en derecho constitucional y procesal constitucional, implicando esto una incidencia en el manejo de los instrumentos necesarios para una interpretación constitucional objetiva y ética.
Esa es la respuesta silenciosa, pero contundente que hace la academia primada de América, lo que, a su vez, se convierte en un muro de contención ante cualquier amenaza de quebrar la carta sustantiva, tal como ocurrió en el 2015, se intentaba en el 2019 y siempre aparecerá un aventurero que repita tal temeridad.
Es en tal contexto que siempre es oportuno recordar y repetir las sabias palabras del gran líder, Nelson Mandela, cuando sostenía que “la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”. No existen palabras ni construcción gramatical que satisfagan la gratitud que tengo hacia nuestra alma mater, pues en sus aulas me he formado, he compartido anhelos, ilusiones que han servido de norte en mi ruta profesional, personal y social.
Jamás me cansaré de expresar mi gratitud a mi Universidad, la UASD, pues en esta inmensa casa de estudio me he formado y he aprehendido a reflexionar de manera ordenada, objetiva y metodológicamente correcta que me han permitido superar adversidades y asumir grandes retos que la dinámica de la vida nos impone.
En esta ocasión, esa gratitud la asumo en grado superlativo ya que he logrado aferrarme mucho más a la defensa de la constitución ante cualquier intento de violar la misma, lo cual es una razón poderosa para recordar el legado del patricio, Juan Pablo Duarte, cuando enérgicamente sostuvo que: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la patria”.
¡Viva la academia! ¡Vivan los profesores!