Una grande y una chiquita

Una grande y una chiquita

Una grande y una chiquita

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Imaginemos que cada año es un viaje por el tiempo que empieza en enero y termina en diciembre. Para emprender mi travesía del año 2015 llevo dos maletas, una grande y la otra chiquita.

Al revisar mi equipaje, los inspectores de Aduanas encontrarán lo siguiente en la maleta grande: la corrupción millonaria de la Dican, un paquete de juicios atrabancados en los interminables laberintos judiciales de los tribunales, el lío de la codiciada bahía de las Águilas sin definición, el polémico y cada vez más confuso problema de la inmigración ilegal haitiana, la incapacidad o complicidad de las autoridades fronterizas para impedir la penetración ilegal de indocumentados al país, la necesidad de mano de obra extranjera para la construcción y la agricultura porque al dominicano eso no le interesa, la delincuencia in crescendo a nivel nacional, los políticos cada vez más torpes y divididos, el caótico tránsito terrestre, el sistema de salud insuficiente y medalaganario, el narcotráfico campeando por sus fueros y penetrando prácticamente en todos los estratos sociales, la baja asistencia estudiantil a las escuelas, la destrucción de los récords médicos en los hospitales, los incendios forestales, el olvidado escándalo de los aviones Tucano, la quiebra del banco Peravia, y muchas otras turbideces que ruborizarían al más sinvergüenza de todos los sinvergüenzas.

Pero además la susodicha maleta grande llevaría disimuladamente un doble fondo que los inspectores de Aduanas simularán no ver, esperanzados de que algunas migajas podrían picotear si tratan bien al pasajero.

Al abrir la maleta pequeña los inspectores sólo encontrarán un chin de honestidad y buenos deseos con los cuales unos pocos Quijotes que todavía andan por ahí piensan que pueden arreglar el mundo.



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