El pasado miércoles, mientras me desplazaba por la avenida Independencia, observé una fila kilométrica de jóvenes vestidos formalmente, con un triste folder bajo el brazo. A la extensa hilera de personas, que se iniciaba frente a la Plaza Malecón Center no se le veía el final, lo cual aumentó mi curiosidad por saber lo que pasaba. Al tiempo que me preguntaba ¿qué estarán dando?, porque esas filas sólo las he visto cuando algún político está regalando algo o cuando hay elecciones, uno de los pasajeros que iba en el asiento trasero del vehículo comentó que la Vicepresidencia de la República tenía una feria de empleos para contratar personal en diferentes áreas.
A medida que iba avanzando el vehículo, ya informada del propósito que movía a todas aquellas personas, me dediqué a observarlos rostros de muchos de los que integraban la multitud. Algunos me parecían con rostros de esperanza, pero la mayoría tenían cara de desesperación. El grupo que estaba más lejos mostraba gran ansiedad, como quien está a punto de perder el avión que lo llevará a una nueva vida.
La angustia por la falta desempleos es uno de las principales preocupaciones que impacta a la juventud del país. Es motivo de conversación permanente entre los estudiantes de la UASD que han sido mis compañeros de aulas y también es tema obligado entre los jóvenes del sector donde vivo. El panorama que los jóvenes estamos observando es muy desalentador, pues muchos profesionales y estudiantes de término de diferentes carreras se cansan de buscar oportunidades sin encontrar respuestas a sus aspiraciones de ser entes útiles y productivos. Ni hablar de los jóvenes que no han logrado formarse en alguna profesión u oficio, porque para ellos la cosa es peor, pues ni siquiera la esperanza de encontrar alguna oportunidad logran organizar en sus limitados horizontes.
Es muy alarmante ver a tanta juventud ociosa, no por falta de voluntad de hacer algo útil, porque lo que más queremos los jóvenes es encontrar alguna vía para canalizar nuestros sueños de progreso. A muchos ni siquiera les importaría el lugar de trabajo ni el sueldo que ganarían. Lo que más anhelan es un empleo, cualquiera que sea.
Cientos de miles de cerebros y brazos forzosamente ociosos están cansados de estar “jalando aire” en sus casas, mientras crece el sentimiento de frustración ante la triste realidad de seguir siendo mantenidos por los padres, que en muchos casos no pueden ni con sus vidas, por la precariedad económica que resulta de los bajos salarios, que no alcanzan para soportar el peso de la gran carga que llevan sobre sus hombros.
Hace algunos días, en mi clase de estadística, la profesora nos pidió que levantáramos la mano los estudiantes que hemos estado buscando empleo en los últimos 2 años, o que hemos enviado más de cuatro currículos, como forma de evaluar el nivel de desempleo entre los estudiantes universitarios. Para mi sorpresa, más del 60% del salón tenía la mano levantada, lo que me hizo ver que la tasa de desempleo entre los jóvenes muy alta. Es por eso que es muy común escuchar la queja de que “he buscado empleo en todos lados y no he tenido suerte”.
El desempleo generalizado es una de las causas de que muchos jóvenes quieran abandonar el país de la manera que sea, aun sabiendo que podrían encontrarse con la muerte, como también es el origen de que otros tantos se dediquen a la búsqueda de dinero a través de actividades arriesgadas como el narcotráfico, los atracos y robos.
Son comunes las conversaciones entre mis contemporáneos, las evaluaciones técnicas de profesionales del área económica, los comentarios de la prensa y los juicios de sabios y gente común de que el desempleo es uno de los más graves problemas del país. Sin embargo, a pesar de las promesas de campaña que muestran una supuesta voluntad de mejorar este drama, ningún gobierno ha logrado implementar medidas serias que enfrenten esta problemática.
Por eso cuando me sorprende la publicidad que dice que “La Vicepresidencia de la República, por medio de su programa Progresando con Solidaridad, lanza la Feria de Empleos más esperada del año”, lejos de elevarme las esperanzas de que se va a dar respuestas a las expectativas de la juventud, lo que hace es que me desconcierta, porque serán más los sueños desvanecidos que las oportunidades creadas. Cuando pienso en feria, lo que me llega a la mente es en un espectáculo en el que se está vendiendo algo, en este caso ilusiones, porque las ferias son acontecimientos puntuales y pasajeros, en el que algunos pueden lograr un baratillo de oportunidad.
Enfrentar el desempleo demanda un accionar permanente de generación de un ambiente de inversiones y creación de iniciativas empresariales.
Los jóvenes estamos expuestos a un mundo de espectáculos permanentes, cuyo único propósito es la distracción. Con el tema del desempleo no necesitamos espectáculos. Ese debe ser un asunto muy serio. Lo que requerimos es acciones permanentes que tengan como resultado la creación creciente de oportunidades. Hay que crear empleos todos los días, todos los años, porque los brazos ociosos se multiplican a un ritmo más rápido y acelerado que la dinámica de una feria de empleos que organiza la vicepresidenta cada año.
Si eso no se entiende habrá que construir más parques que escuelas, pues se va a necesitar muchos cientos de miles de banquillos para que los vagos encuentren algún lugar donde reposar su desaliento.