Sobre la necesidad de la reforma fiscal en el país siempre se ha hablado mucho, aunque no lo suficiente como para que “la gente de a pie”, “los humildes” los “descamisados”, como refieren bardos y poetas cuando citan a ciudadanos comunes, puedan asimilar su inminencia o la relevancia de su impacto para la estabilidad sostenible de la economía.
Cuando se analizan las posiciones de uno y otro segmento de la población, en uno y otro momento de la historia del país, se pueden confirmar las verdades que encierra el refranero popular cuando dice que “una cosa es con guitarra y la otra es con violín”; o aplatanando el concepto, como lo hizo el inolvidable amigo y colega Leandro Cepeda, ido a destiempo: “una cosa es con guitarra y la otra con güira”.
En el año 2012, el entonces presidente de la República, Danilo Medina Sánchez, quien sucedía a Leonel Antonio Fernández Reyna, que ostentaba, además, la condición de líder de su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), proclamó que para subsanar la economía en el año 2013 era necesario aumentar la presión tributaria, un (18 %), y así poder cumplir con los compromisos del Estado.
Las informaciones oficiales del momento indicaban que el déficit fiscal heredado de la administración anterior que encabezó por dos períodos consecutivos Fernández Reyna (2004-2012), rondaba el 6.6% del Producto Interno Bruto (PIB).
Era su realidad, era su verdad y, en medio de muchos cuestionamientos y rechazos, Medina Sánchez introdujo un aumento de la presión fiscal, porque, además, estaba la demanda nacional de que el Estado dispusiera de 4% del Producto Interno Bruto (PIB) para la educación preuniversitaria, como, al efecto, lo hizo, con lo que se cumplió, por primera vez en la historia, con lo establecido por Ley General de Educación, la vigente 66-97.
Esa reforma, aprobada a finales de 2012, mediante la ley 253-12, no fue integral, pero estableció un aumento del impuesto a las transacciones de bienes industrializados y servicios (ITBIS) del 16% al 18%, así como una tasa del 8% para bienes que anteriormente estaban exentos de ese gravamen.
También hubo aumento en los impuestos a los cigarrillos y a las bebidas alcohólicas (que siempre bailan en el mambo de reforma fiscal).
Antes y ahora, se han escuchado voces, a las que favorezco, en el sentido de que para alcanzar una reforma fiscal funcional y equitativa es importante que se introduzcan revisiones puntuales que toquen a sectores que históricamente han sido beneficiados con exenciones, exoneraciones, subsidios, fondos, etc., etc., etc., que, aunque no han sido dados al azar, tampoco, parecen haber sido debidamente fiscalizados.
Como en la actualidad, la idea no debe ser “hacer parchos”, sino alcanzar una reforma fiscal integral y sostenible, es importante que se vean todas las posibilidades, no solo las de aumento de presión tributaria, sino, también, la eliminación de importantes partidas del presupuesto nacional, destinadas al proteccionismo de sectores que nunca han rendido ni rendirán cuentas al país.
En este momento, el déficit fiscal es menor que en aquellos tiempos, ya que, según informaciones es de 1.1% del PIB, pero no dejar de ser preocupante, por lo que existe la necesidad de balancear, equilibrar o estabilizar la economía nacional y hacerla robusta, para que siga expandiéndose la productividad y la competitividad.
Nadie debe llamarse a engaños. Lo ideal sería no hablar de presiones de ningún tipo, pero la tierra todavía no ofrece un lugar paradisíaco, libre de cargas y mucho menos económicas. Lo que se impone es la equidad, el equilibrio, la justicia social.
Como comenta el economista, comentarista y catedrático universitario, Carlos Cuello: “la reforma es necesaria e impostergable para corregir el déficit fiscal, frenar la carrera de endeudamiento y lograr un crecimiento económico sostenible en República Dominicana”. Así de importante es. ¿Cómo lo ves?