Una bocanada de democracia

Una bocanada de democracia

Una bocanada de democracia

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

La democracia es un sistema de gobierno incómodo, difícil, a veces caótico. Cuando todos tienen derecho a hablar, los consensos deben lograrse convenciendo y no imponiendo. Lo primero es exponencialmente más difícil que lo segundo y, por eso, el ejercicio del liderazgo presenta retos que le son muy particulares.

Esta semana lo pudimos ver en la Cámara de Diputados, que recibió un proyecto de Ley de Extinción de Dominio aprobado por el Senado con gravísimas violaciones a los principios fundamentales del debido proceso y el derecho a la propiedad.

Todo parecía indicar que ese problema quedaría como responsabilidad del Tribunal Constitucional. Sin embargo, lejos de aceptarlo como un hecho consumado, los diputados decidieron escuchar las críticas y modificar significativamente el proyecto del Senado.

El resultado es imperfecto, con cuestiones que todavía habrán de ser debatidas en sede judicial. Pero en democracia los procedimientos importan. Y a pesar de las críticas que aún pueden hacerse al proyecto, hay que reconocer que el debate en la Cámara Baja sí reunió las condiciones características de una democracia que se toma en serio el rol parlamentario.

Es importante que este ejemplo quede y sea seguido, porque el debate y las concesiones mutuas son la argamasa que mantiene unida la democracia. La demagogia, por muy efectiva que sea a corto plazo, no es capaz de aunar voluntades diversas con la efectividad que puede hacerlo el debate democrático. Sobre todo, porque este es esencialmente permanente. Ningún tema está inalterablemente cerrado, ningún punto es final.

Pero, sobre todo, hay que tener cuidado con entender que el contraste entre las razones propias y las ajenas son una lucha entre el bien y el mal, que todas las disidencias son injustas. Esto porque, guste o no, para vivir en democracia hay que aceptar que los otros sostengan posiciones que no nos placen.

Esto tiene límites, claro está, pero la pretensión de ser epítome de la democracia es, en sí misma, antidemocrática.

De todas formas, y tomando en cuenta los hechos, la actitud de la Cámara de Diputados es alentadora. Los dominicanos debemos despejar para siempre la idea nefasta de que el talante democrático es señal de debilidad. Falta que nos hace.