Los llamados Juegos Nacionales históricamente han constituido un festival de construcciones que en muchos casos son abandonadas a días de clausurar el evento.
Una de las obras más costosas son las piscinas olímpicas, instalaciones que todos solicitan sin tener el mínimo conocimiento del elevado costo de su mantenimiento.
Esa es la razón básica por la que la mayoría de ellas han sido dejadas a su suerte, dándose los casos más dramáticos en Barahona y La Vega, donde esas costosas obras son criaderos de mosquitos y otras alimañas.
Ha sido un error que, por simple populismo, se hayan “complacido” los pedidos de construcción de estas en poblaciones con muy poca tradición en esa disciplina.
Es tan costoso su mantenimiento, que incluso el denominado “Centro Acuático”, ubicado en el Centro Olímpico, ha estado en pésimas condiciones, por lo que se tuvo que crear un patronato para su mantenimiento, y donde quienes requieren su uso tienen que pagar una cuota establecida.
Es tal el costo, que la que construyó el gobierno para los XIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, Santiago 86, hubo de donarla a la Universidad Católica Madre y Maestra para que no se deteriorara.
Así las cosas, pedir a los dirigentes deportivos de Barahona, La Vega y otras poblaciones que mantengan en uso y buen estado esas piscinas es sencillamente descabellado.
Lo que sí resulta una falta de respeto y responsabilidad es que las autoridades provinciales, léase alcaldías, se hagan las “chivas locas” y no cooperen con con aportes fijos.
Este es un país donde todos queremos tirarnos el… de “comparones, aguajeros y vaineros”, pero donde muy pocos asumen sus verdaderas responsabilidades.
Ojalá que nadie vuelva a inventar, por el hecho de ganarse unos millones, sugerir, ni por asomo, hablar sobre la construcción de piscina.
Ya está bueno de seguir botando millones que pueden servir para mejores causas sociales.