Una barbaridad sin sanción

Una barbaridad sin sanción

Una barbaridad sin sanción

Hugo López Morrobel

Los dominicanos somos, según teorías que vienen rodando desde siglos atrás y que han calado de lleno en la creencia popular, un pueblo con muy limitada memoria para recordar y dar importancia a muchos acontecimientos históricos que en su momento impactaron a la sociedad en general.

En ese sentido, son muchos los que, quizá con alguna razón, que por naturaleza, el dominicano es un poco o muy desmemoriado.

Otros entienden que adoptamos esa postura despistada solo cuando nos conviene, cuando se quiere sacar provecho del tipo que sea.

Y hay que colegir que en un corto trayecto, por lo menos en el área de los deportes, olvidamos rápido, no solo a nuestros héroes, sino también a infraestructuras importantes.

Porque, ¿quién no sabe que el complejo de La Barranquita de Santiago ha sido y continúa siendo un botín para muchos?

Allí se han producido transgresiones a las leyes que solo ocurren en este país, sin que la autoridad aplique las consecuencias normales en violaciones tan elementales y de graves consecuencias para la sociedad.

La Barranquita ha sido despojada, en algunos casos con el patrocinio de las propias autoridades, algo increíble, de una buena parte de terreno destinado a futuras obras deportivas.

Pero parece que es mejor hacerse los “chivos locos”, voltear la cara y presumir desconocimiento para permitir barbaridades como esa.
Lo que ha venido sucediendo allí es muy probable que también se repita en otros complejos, con escasa vigilancia y uso.

La depredación del patrimonio de La Barranquita es culpa de todos los alcaldes, dirigentes, deportistas y autoridades policiales y judiciales de Santiago. Es increíble, pero cierto.



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