Un viacrucis posmoderno

Un viacrucis posmoderno

Un viacrucis posmoderno

José Mármol

Aconteció en el vuelo UX 091 de la línea Air Europa, asociada a Skyteam, que partió del aeropuerto Adolfo Suárez, Madrid-Barajas, el domingo 6 de junio, a las 5:40 p. m., con destino al aeropuerto JFK de Nueva York, donde aterrizaría a las 8:05 p. m. Luego de unas ocho horas de un vuelo agradable, la capitana de la aeronave informó a los pasajeros y a la tripulación que en treinta minutos estaríamos tocando suelo newyorkino.

Para sorpresa nuestra, se anuncia luego que debíamos permanecer cuarenta minutos más sobrevolando Nueva York, debido a que una tormenta de lluvia y viento impedía el aterrizaje de nuestro avión. Pasado ese tiempo, se anuncia que debemos seguir volando en círculo unos cuarenta minutos más porque las condiciones del tiempo seguían siendo pésimas y no se autorizaba el aterrizaje. Llevábamos nueve horas y media en el aire, y de pronto, la capitana anuncia que el aeropuerto JFK de Nueva York ha sido cerrado, por lo que habríamos de seguir viaje hacia Boston para aterrizar allí. Una vez en tierra, el avión permanece por alrededor de dos horas en pista, dado que no había, según escuchamos a través de los altavoces, lugar autorizado para aparcar la aeronave.

Más tarde, con los pasajeros exhaustos y sin recibir atención ni explicación alguna, se nos ordena tomar el equipaje de manos y descender hacia los buses, para llevarnos, desconcertados, sedientos, hambrientos y mudos, hacia la terminal del aeropuerto de Boston.

Creímos que sería un descenso momentáneo; que volveríamos al avión para dirigirnos a Nueva York. Mientras nos desplazábamos por la terminal, descubrimos que íbamos directo a Migración. Eran las doce de la media noche. De Migración pasamos a Aduanas y, sin alternativa ni mínima información de la línea aérea, sin que apareciese personal alguno de tierra para orientar a los pasajeros, debimos recoger el equipaje facturado. La tripulación de Air Europa retira sus pertenencias y se marcha monda y lironda.

El desconcierto se apodera de los pasajeros. Había familiares o transporte y hoteles contratados esperando en Nueva York. Sin información precisa del vuelo UX 091 en las pizarras electrónicas del aeropuerto JFK, excepto que llegaría a las 9:46 p. m., cuando ya era medianoche. Hubo pánico, de momento, supimos, entre las personas que aguardaban en el JFK, pues se pensó que ese vuelo había desaparecido del radar. La desinformación creó la antesala de un caos.

La comunicación móvil y la información digital permitieron poner en conocimiento a familiares y amigos de que estábamos vivos en Boston y que, al mismo tiempo, se desvanecía la posibilidad de encontrarnos en el aeropuerto JFK de Nueva York esa noche.

Air Europa abandonó los pasajeros en tierra a su frágil suerte, en un destino que no era el previsto o contratado. Me apenó ver la impotencia, desazón, el drama colectivo generado por la irresponsabilidad de la línea aérea; el sufrimiento en los rostros de personas de edad avanzada; o bien, padres con niños que no previeron alimentación u otras necesidades para esos infantes que, durante horas, lloraron desesperadamente.

Unos pernoctarían en el mismo aeropuerto. Otros intentarían recobrar sus conexiones a otros destinos. Muchos quedaron allí inmóviles, desorientados y compungidos. Ante la desinformación, Soraya y yo decidimos tomar, a la una de la madrugada, un taxi que nos llevara a Nueva York, para lo cual agotaríamos cuatro horas más de viaje. Alguna regulación ha de amparar a pasajeros de vuelos que experimenten este tipo de percances, más allá de una simple reclamación a la empresa, tal vez estéril. La información oportuna, responsable es crucial en estos casos, y vale más que reembolsos.



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