Cualquiera dice que aquí se hace una política sin sustancia teórica ni doctrinaria, sin debate de ideas fundamentales ni programáticas. Una política de chiripeo y motoconcho.
Mal que bien, pero el debate político era otra cosa. La izquierda debatía tesis y doctrinas, dividida siempre, pero cada agrupación defendía sus posiciones. Ya sabemos los defectos de las copias mecánicas de la experiencia extraña, el culto ciego a la doctrina y otros vicios. Pero se estudiaba y se debatía.
Maximiliano Gómez planteó sus concepciones y aunque todo aquello estaba en proceso de elaboración, todos sabíamos que él y su partido eran portadores de determinados planteamientos.
Había una numerosa intelectualidad progresista, que investigaba y escribía sus conclusiones. Hubo una polémica interesante en torno al carácter de la revolución dominicana, unos partidarios del socialismo al instante y otros, de llegar al socialismo a través de la revolución democrática y nacional.
Cuando el Partido Comunista Dominicano respaldó las leyes agrarias del Balaguer de los doce años, argumentó aquel paso y hubo que debatir con ellos.
Juan Bosch elaboró una tesis que abandonó poco después, pero la lanzó al ruedo y se discutió en torno a ella, la de la dictadura con respaldo popular.
Luego, bajo la égida del doctor Peña Gómez, los perredeístas se asociaron a una doctrina internacional, la social democracia.
Jacobo Majluta, que no era muy dado a teorizar, escribió y publicó su libro La Ideología de la Eficiencia.
Hoy, con con muy pocas excepciones, los líderes y las organizaciones políticas discuten los problemas del día a día, debaten el hecho, pero sin análisis que lo trasciendan. Sin diferencias doctrinarias ni argumentos basados en principios doctrinarios.
De la antigua intelectualidad de izquierda ya quedan pocos leales a sus ideas. Y, hoy, con tanta información al alcance, no se ven los jóvenes reemplazos que logren superarlos.
No, al retorno al dogmatismo y al culto a la palabrería, que afectó a muchos en otros tiempos
. Pero aquella consigna de: Volver a los Clásicos, parece de nuevo cobrar vigencia. Porque son los líderes más lúcidos del movimiento de izquierda, los que deben sentirse principalmente emplazados a hacer el aporte a la elevación de la calidad del debate.
Tamaño compromiso. Un paso práctico vale más que una docena de programas, dijo un genio, pero otro genio de la teoría y de la práctica, sentenció tajantemente que sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario.