Estoy seguro de que a más de uno de ustedes, amables lectores, les temblaron las piernas al escuchar a su mamá o a su papá decirles en el tono amenazante: “te las estoy juntando toditas”, o “no te preocupes, tú y yo hablamos más tarde”.
Y uno solía temblar porque sabía que esa pela no se la despintaba nadie.
Algo similar ocurre con el pueblo dominicano y los políticos.
La sociedad dominicana da la apariencia de ser hasta masoquista de tan tolerante y paciente que es con sus políticos. Les ha perdonado que le mientan una y otra vez.
Quizá por eso, muchos se equivocan, abusan, y le estrujan en la cara a la gente las fortunas mal habidas, los privilegios, la buena vida que se dan con el dinero de los contribuyentes, a quienes consideran y tratan como “pendejos”.
Pero todo tiene su final en esta vida.
Y el próximo domingo 15 de marzo, cuando por fin se celebran las elecciones municipales, más 7.4 millones de dominicanos tendremos la oportunidad de darle un giro al rumbo que lleva el país y comenzar a poner fin a casi dos décadas de ineficiencia, derroche y corrupción, males que mezclados con una impunidad rampante han llevado al país a la situación que hoy tenemos, muy a pesar de un crecimiento económico sostenido: un país endeudado hasta el tope y ninguno de sus problemas fundamentales resueltos.
Ese día, los dominicanos podrán elegir como alcaldes y regidores a hombres y mujeres capaces, personas honestas y comprometidas a ir al Estado a servir y no a servirse.
Los sinvergüenzas quieren que pensemos que todos son iguales, y no es verdad. No es cierto que todo el que está en política es un oportunista que solo quiere enriquecerse. Hay gente, sobre todo jóvenes y otros con un historial de lucha y honestidad que merece nuestro respaldo. Y lo tendrán.
Todas las encuestas indican que ese día el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) recibirá una pela parecida a las que solían dar algunos padres a sus hijos cuando les acumulaban faltas graves.
Tal como me contaba mi amigo Eloy, en el pueblo se nota una decisión firme de salir del PLD. Desde los viejitos hasta los que no saben hablar, gritan con entusiasmo: ¡Se van!
En verdad es un triste final para un partido que surgió y se vendió como de gente honrada, pero terminó siendo una guarida de corruptos, salvo honrosas y muy contadas excepciones.
A ellos más que a nadie les conviene que esta vez todo transcurra en paz, de que las elecciones sean diáfanas y que los resultados se correspondan con la voluntad de los votantes. Lo contrario sería como jugar con candela encima de un barril de pólvora.
Para no dejar ningún margen a las triquiñuelas hay que ir a votar. Hay que darse ese gusto de ser parte de la historia y, a través del voto, darle al PLD la pela que se merece. A los boxeadores mañosos, y más si el árbitro no es muy confiable, es preciso ganarles por nockout.
Hay que ir a votar por candidatos honestos y así detener a la gavilla morada antes de que acaben con to´.
Insisto, es cierto: Se van, se van, se van… pero usted y yo tenemos que ayudarlos a salir con nuestros votos.