En esta segunda parte de la columna que escribí la semana pasado con el título ‘Un trabajo constante’, quiero continuar con el mensaje de no dar por sentado lo que nos rodea porque nada está garantizado, haciendo un llamado especial sobre valorar ‘la magia de los pequeños placeres’.
Muchas veces nos centramos en los grandes logros y acciones, ya sean profesionales o personales; luchamos por ser visibles y ser influyentes, dejando ver nuestra necesidad de reconocimiento y validación, olvidándonos de esas pequeñas cosas o placeres que, al disfrutarlas, hacen más feliz y vibrante nuestra vida, como lo que nos hace sentir una taza de café o chocolate caliente, una caminata al aire libre, una conversación con un amigo, un abrazo o una sonrisa, o el simple placer de ‘no hacer nada’… a menudo pasan desapercibidos, pero son estos momentos los que realmente enriquecen nuestros días.
Otra cosa que no practicamos como debiéramos es ‘aprender del pasado’, del nuestro y el de la humanidad. La historia está llena de lecciones sobre lo que sucede cuando damos por sentadas las cosas.
Desde imperios que cayeron por la complacencia hasta relaciones personales que se deterioraron por falta de atención, el pasado nos enseña la importancia de la vigilancia y apreciación constante. Aprender de estos ejemplos nos ayuda a evitar errores similares y a vivir una vida más consciente y agradecida.
También debemos trabajar con la gratitud. Practicarla es una poderosa herramienta. Al enfocarnos en lo que tenemos en lugar de lo que nos falta, cultivamos una mentalidad positiva que puede mejorar nuestra salud mental, relaciones y satisfacción general con la vida.
Mantener un diario de gratitud o simplemente tomarse un momento cada día para reflexionar sobre lo que estamos agradecidos puede marcar una gran diferencia.
La gran verdad es que nada está fijo ni es para siempre, por eso es necesario ‘el trabajo constate’. Mi recomendación es que tratemos de apreciar a las personas, cuidar la salud, valorar el trabajo, disfrutar de los pequeños placeres, aprender del pasado y practicar la gratitud.
Adoptar esta mentalidad nos permite vivir de manera más consciente, satisfactoria y plena. Trabaja en ‘no dejarte atrapar por la rutina y valora lo que tienes y a quienes tienes a tu alrededor’.