Un tiempo para todo

Un tiempo para todo

Un tiempo para todo

Dice un refrán que “las oportunidades son calvas y hay que agarrarlas por los pelos”. Si nos ponemos a pensar en ello, tendríamos que vivir con los ojos abiertos de par en par, las 24 horas del día, para identificar eso que nos conviene y tener la sabiduría para dejar pasar aquello para lo que no estamos preparados.

Observo a mi alrededor y veo a tantas personas deseosas de llegar rápido y ser reconocidas. Destacarse, ganar mucho y mostrar tantas cosas como puedan para llenarles los ojos a los demás.

Esforzarse es válido, elegir metas y trabajar para lograrlas es básico. Pero la prisa es mala consejera, recuerden que Napoleón decía: “vísteme despacio que tengo prisa”.

Todo tiene un tiempo y un lugar. Para llegar a la cima debemos primero recorrer el trayecto. Seguro tropezaremos, pero lo más certero es que aprenderemos. Cada paso, caída y levantada va forjando -a fuego- nuestra armadura. Esa que nos ayudará a enfrentar las grandes pruebas con sabiduría y destreza.

Si logramos estar claros en la necesidad de “guayar la yuca” antes de comer el casabe, tal vez logremos aprender a dar valor a lo que hacemos, tenemos y logramos, porque “lo que fácil llega, fácil se va”.

¿De qué nos sirve exhibir un título sin conocimiento, o una posición sin experiencia? Vivir de la apariencia es eso, apariencia. Esa fachada se puede desvanecer con facilidad, con cualquier ventarrón.

Saltarnos los peldaños de la escalera solo nos perjudica a nosotros, pues en cada escalón hay una lección que debemos aprender. En cada paso crecemos como personas y profesionales.

Construir un nombre, una reputación y una imagen solida no se logra de la noche a la mañana. Necesita enfoque, dedicación, humildad y trabajo duro, pero sobre todo transparencia. lección aprendida: lo que cuesta, se valora.



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