Un sorbo de realismo

Un sorbo de realismo

Un sorbo de realismo

David Álvarez Martín

Querido lector o lectora, favor leer este texto en primera persona.

En el futuro amanecerá un día en que yo no estaré porque habré muerto el día anterior. No importa si tarda mucho en llegar o preveo su inminencia, ese día llegará.

Cuando llegue ese día no tendré amigos, ni enemigos, porque no estaré aquí. Mi cuenta de banco, con mucho o poco, tendrá lo mismo que el día anterior, porque no podré gastar ni un centavo nunca más.

No podré recibir afecto de mi pareja, ni de mis hijos, ni nietos, porque no estaré para recibirlos.

No importa que crea hoy que más allá de la muerte no hay nada, o el cielo cristiano, o el paraíso musulmán o el nirvana hindú, ese día cesará toda creencia y quedará para los vivos la incógnita si habré ido a uno de esos destinos.

El cadáver que queda no sentirá nada, ni valorará las lágrimas que algunos derramarán, ni la secreta alegría de otros que consideraran que yo me he largado de esta vida para su supuesto bien.

Ese día, el día posterior a mi muerte, seguirá la vida para los que quedan vivos. Nacerán otros niños y niñas, se casarán otros, se matarán muchos en estúpidas guerras y cada cual deberá esforzarse en trabajar para sostener su existencia.

Habrá mundo después de que yo no esté. El cementerio está lleno de ingenuos imprescindibles.

En lo que llega ese día muchos se esfuerzan en enriquecerse -inútil esfuerzo-, lograr tener más poder sobre otros -faena estéril- y otros en intentar dejar un legado que nunca sabrá si se valorará o será olvidado casi de inmediato.

Al final de todo, soy fanático de la cosmología, todo lo que conocemos, planetas y estrellas, se destruirán y no quedará huella de la especie humana y mucho menos de mi existencia individual.

El ego, eso que nos hace considerarnos especiales y trascendentes, es una ilusión que pretende apuntar más allá de la muerte.

¿Qué nos queda? El tiempo, mucho o poco, que tenemos para vivir y amar, para ser solidarios y construir una sociedad mejor.

No por azar desde los griegos, pasando por los judíos y los griegos, hasta el cristianismo, el supuesto destino allende la muerte está comprometido con dar de comer al hambriento, agua al sentido, ropa al que está desnudo, socorrer a los emigrantes y los pobres, visitar a los enfermos y los presos.

Eso vale sin importar si hay o no algún tipo de existencia más allá de la muerte.

Lo más realista es vivir el presente con sentido. Desplegar nuestra capacidad de amar y servir. Dormir cada noche con la tranquilidad de que no le hemos daño a nadie.

Si esto no le convence, sepa que habrá un amanecer el día después de su muerte y que el mundo seguirá siendo el que usted conoció, pero sin usted.



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