No es sólo la tristeza, sino que me devano los sesos tratando de recordar cuándo conocí a Marcio Veloz Maggiolo y no logro ubicar ese instante.
Debe haber sido cuando inventé a Montoya en mis artículos en Última Hora y resultó un asombro enorme descubrir que él estaba entre los seguidores del insigne filósofo y científico español de origen escocés.
En 1996 publiqué la novela “Ceroles”, entre cuyos personajes está el mismo Montoya. Semanas tras circular el libro, recibí una llamada de don Marcio. No repetiré ahora lo que conversamos, pero al terminar, me dijo: “…y al tigre ese ignóralo, que nunca reconoce nada que valga la pena porque es pésimo escritor, seguramente te tiene muchísima envidia”.
Ese momento selló mi amistad, que antes era sólo enorme admiración, con el gran escritor recién fallecido.
Prolífica vida
Su prolífica vida de 84 años es prodigiosa. Su aproximación a las letras de manera profesional fue a través del periodismo como corrector de estilo en El Caribe y el Listín Diario.
En este publicaba sus artículos, joyitas de ensayos. Como escritor cultivó con éxito la novela, el cuento, la poesía, el teatro, el ensayo y la crítica literaria… Fue, además, arqueólogo y antropólogo.
Sus primeros estudios fueron de filosofía y letras, con una licenciatura en la Universidad de Santo Domingo completada semanas después del ajusticiamiento de Trujillo.
Laboraba como periodista cuando el presidente Juan Bosch lo destinó al servicio diplomático. Renunció en protesta contra el derrocamiento de Bosch y volvió a su trabajo como periodista en Santo Domingo.
En 1970, don Marcio alcanzó el grado de doctor en Historia al completar sus estudios en la Universidad Central de Madrid. Aunque toda su vida la dedicó a escribir, desempeñó varias funciones públicas como viceministro de Cultura y embajador dominicano en México, Perú e Italia. Dirigió el departamento de antropología e historia de la UASD. Es quizás el único escritor dominicano que ha recibido todos los premios de literatura del país, incluso en más de una categoría.
Producción editorial
La calidad de su ingente producción editorial fue reconocida no sólo en Santo Domingo: hay traducciones al inglés, francés, italiano y alemán.
Sus temas eran académicos y cultos, pero también escribió más de una docena de novelas y libros de cuentos acerca de la vida en el sector capitaleño de Villa Francisca, donde vivió cuando niño.
Entre esos títulos están “La vida no tiene nombre” de 1965, “De abril en adelante” de 1975, “La biografía difusa de Sombra Castañeda” de 1981, “Materia prima” de 1990, “Ritos de cabaret” de 1992, “El jefe iba descalzo” de 1993, y “Trujillo, Villa Francisca y otros fantasmas”, de 1996. Su primera obra fue “El buen ladrón”, de 1960, con múltiples reediciones como casi todos sus libros.
Don Marcio resultó muy afectado anímicamente por el fallecimiento de su esposa, doña Norma Santana, en junio de 2016, tras una enfermedad. Tuvieron cinco hijos y estaban muy compenetrados. Doña Norma fue una distinguida locutora de radio y además era abogada. Mientras él desempeñaba las distintas funciones que tuvo, nunca dejaba de leer vorazmente ni de escribir metódica y espléndidamente.
Hace unas semanas contrajo el COVID-19 y pasó los últimos días en la unidad de cuidados intensivos de Cedimat donde falleció la madrugada del sábado 10 de abril.
Un honor
En el duelo, recuerdo que para mi fue un agrado enorme –un honor— que don Marcio se molestara en leer y conversarme sobre mis libros y artículos. Aparte de afinidad en la valoración de algunos críticos y escritores, compartí con él la afición por las plumas fuentes.
En agosto de 2018, en los días tras cumplir don Marcio sus 81 años, mi amigo Jacques Ponty refirió en su blog algún comentario que me motivó a escribir un poema que no recuerdo cómo cayó en manos del doctor Veloz Maggiolo.
Mi sorpresa fue inmensa cuando por email el propio don Marcio “respondió” con un bello soneto escrito para mí. Había casi olvidado ese “diálogo” que ahora en ocasión de su tránsito, mi amigo Ponty me recordó enviándome ambos poemas.
Mientras desayunaba
Una mañana de fines
de agosto,
Cuando de repente ves
que el año
Se ha escurrido
sigilosamente
Entre el resquicio de
afanosos días,
Ves tus manos manchadas
de vejez
Y te das cuenta, sin
pesadumbre
Ni encono ni otra cosa
que alivio,
Que, así como comienzan
otra vez
A acortarse los días rumbo
al invierno,
Son las cinco de la tarde
de tu vida.
Y cada cosa cobra más
sentido
Como cuando niño tenías
dudas
Y decidir tenía la importancia
De la gastada ilusión añeja
De que eras el dueño de
tus días.
El viernes 31 de agosto por la tarde, vino la “respuesta” de don Marcio:
Vas a desayunar
Vas a desayunar, no
desayunes,
solo aspira el sonar de
la campana,
es también un perfume,
en el que mana
un violoncelo colgando
entre azules.
Poco a poco verás que
otros olores
serán las luces de lejanas
tierras,
el perfume es la muerte
de las guerras,
pacifismo divino hecho
de flores.
El pensamiento siempre
es florido,
tu preferida flor sigue
aromando
la palabra inmortal,
y el aguerrido
deseo de ser verdad y
no rumor;
perfume para el alma
obnubilada
el último producto es esa flor.
Lo firmó M. Veloz Maggiolo y quizás, dado que las obras que dejó inéditas son en género distinto a la poesía, es el último o uno de los últimos sonetos (en tres estrofas asimétricas) escritos por don Marcio, “el último producto es esa flor”. ¡Descanse en paz noble e inmenso Marcio Veloz Maggiolo!
Fallecimiento
— Duelo Oficial
El presidente Luis Abinader declaró Día de Duelo Oficial ayer lunes 12 de abril, por motivo del fallecimiento de escritor Marcio Veloz Maggiolo, escritor falleció a los 84 años el pasado sábado.