Desde que el Tribunal Constitucional emitió su tan cuestionada sentencia 168/13 el país centró su atención en el drama de la desnacionalización generado por dicha decisión.
En la búsqueda de una solución humanitaria a tal desaguisado, como la anunciara el Presidente de la República, la Presidencia de la República y diferentes ministerios, como el de la Presidencia, Relaciones Exteriores, Interior y Policía, Fuerzas Armadas y otras instituciones como la Dirección General de Migración, el Instituto Nacional de Migración y la Junta Central Electoral han consumido tiempo y recursos cuantiosos para atenuar el impacto negativo que, en el plano nacional e internacional, ha causado dicha sentencia.
Esto marcó un cambio dramático en la agenda nacional, pues, si bien los temas de nacionalización y migración deben ser encarados, como se ha hecho ahora, debemos nuestro tiempo y esfuerzos también a otros temas cruciales para avanzar en los propósitos de desarrollo del país.
Queremos desarrollo de la nación, tenemos el mandato constitucional y legal, pero no podemos distraernos y ser atrapados por un solo tema. Las reformas estructurales que amerita el país no esperan.
Es cierto que nuestro país ha orientado su economía en la prestación servicios, diversificando las inversiones y las exportaciones, teniendo como resultado un crecimiento económico promedio del 5,5 anual, pero no podemos perder el norte en la solución de los problemas sistémicos: 1) Crecimiento económico equitativo e incluyente, 2) seguridad jurídica y ciudadana, 3) optimización de las políticas de salud, educación, eléctricas, fiscales e innovación tecnológica; y, 4) medio ambiente sostenible. Mañana no seremos un país desarrollado por tener mano de obra barata, cara bonita ante la comunidad internacional, playas hermosas y gente buena.
Necesitamos de una gestión gubernamental eficiente, el conocimiento y la investigación tecnológica, igualdad en el ingreso, reducción de la tasa de desempleo, competitividad, estabilidad en el clima de negocios y fortalecimiento del sistema democrático.
El camino al desarrollo no es utópico, es alcanzable.
Con el apoyo de la población el gobierno debe seguir construyendo reformas radicales para la solución de nuestros graves problemas.
Debemos dar pasos firmes y constantes, reenforcarnos, renovar y restablecer la fe en el desarrollo inclusivo y en nuestra democracia.