Parece que en los últimos meses el actual embajador estadounidense se ha convencido de que la promoción homosexual no es muy fructífera en la sociedad dominicana.
Por eso, y ahora con ínfulas de “co-presidente de RD”, ha preferido cambiar de tema y ha estado refiriéndosea la empobrecedora práctica de la corrupción que abate a nuestro país en muchos órdenes. Y, como si acabara de hacer un importante descubrimiento, viene afirmando que casi todas las instancias del gobierno están afectadas, metro a metro, por tan dañino flagelo.
Se trata de una aseveración que es del conocimiento de la inmensa mayoría de los dominicanos pues tenemos más de media centuria reclamando contra la corrupción. Para agradecer el reforzamiento de nuestra lucha necesitamos estar seguros de que la ayuda proviene de alguien que quiere realmente, y con sinceridad, mejoría para la RD.
Pero, claro, si la ayuda nos fuese ofrecida por un personaje tan osado como ese atípico “diplomático”, habría que recibirla con todas las reservas imaginables. Lo primero que deberemos entender es que sus revelaciones están dirigidas básicamente al mundo exterior en el cual su país, de espalda a la decencia de sus fundadores, tiene sumo interés en desprestigiar al nuestro tratando de desmeritarlo en todos los desempeños sociales, en educación, en salud, en justicia, en economía, en alimentación, en transparencia, en DDHH, en institucionalidad, en criterios de igualdad, etc., etc., para lo cual se vale de unas inexplicables mediciones que son practicadas por sus muy conocidas agencias de acosamiento.
No obstante, estoy personalmente de acuerdo con el contenido de la denuncia del embajador e incluso aspiro a que se le ponga oído y a que se apliquen correctivos eficaces, pero me parece oportuno refrescarle la memoria a tan extraño “diplomático” en relación con el comportamiento del fenómeno de la corrupción allá en su propio país.
La historia a ese respecto es larga y sumamente rica, alcanza cientos de libros, acaso miles; por el momento referiré uno o dos asuntos solamente a título de botones de muestra; en otros artículos abordaremos otros de igual o mayor calado.
Según el investigador Greg Gordon, los planes para relanzar la economía USA durante y después de la crisis financiera de 2008 fueron concebidos, y pautados al Congreso de su país, por los mismos bancos que finalmente resultaron beneficiarios de ellos para lo cual estos lograron obtener el beneplácito de los congresistas quienes, a su vez, fueron groseramente gratificados por tan oportunos servicios.
Entre los donantes para efectuar las gratificaciones figuraron Bear Stearns, Goldman Sachs, LehmanBrothers, Merrill Lynch, Morgan Stanley, AIG, FannieMae, FreddieMac, etc., etc.
Gordon, que es bien agudo aunque tan temerario como el embajador de marras, asegura que de esas gratificaciones se beneficiaron con millones de US$ reconocidos senadores y representantes, responsables de supervisar la economía USA, incluyendo, según él, al propio Mr. Obama, quien poco después fuera elegido Presidente del país.
Refiero ahora, como segundo botón de muestra, los setecientos mil millones de US$ del programa TARP aprobados por el Congreso como paquete de ayuda financiera para ser concedida a diversas compañías afectadas por la crisis (hasta ahí el libre mercado), compañías de las cuales muchos congresistas recibieron compensatoriamente sumas millonarias ¿? Entre éstos figura también, según el estudio de Gordon, el mismísimo señor Obama así como su rival Mr. McCain. Son muchos los posibles botones de muestra a citar, pero me planto ahí por diversas razones.
Señor embajador, ¿cómo llamarle a ese disponer de lo ajeno, así de modo tan expeditivo cual aconteció y aún suele acontecer allá en la patria de la democracia? Cuando yo era estudiante, a eso le llamábamos “corrupción” y se castigaba de manera ejemplar.
Ojalá corrijamos a tiempo, tanto aquí como allá. Y por favor, deje la visa tranquila, porque entonces, ¿dónde quedará la libertad de expresión de que tanto habla su bello país?
De la mía disponga usted cuando guste, porque jamás cambiaré mi derecho a disentir o a concordar por una visa que implique chantaje, ni cambiaré la independencia de mi patria por una visa que envuelva soborno, ni mi dignidad de hombre libre por ninguna de las prebendas del mundo.