Creo en el poder de unos buenos días. Si vienen acompañados de una sonrisa entonces son imbatibles. Ya no es solo por educación, es que decir buenos días cuando llegas a un sitio es la mejor forma de empatía que conozco y de ser capaces hasta de cambiar el estado de ánimo.
Hay personas que no contestan, otras que se sorprenden pero responden, las hay que cambian su cara y te devuelven la sonrisa, otras que conectan contigo porque ya están en ese ánimo positivo.
Cuando te encuentras con alguien, conocido o no, no sabes su historia, sus sentimientos, lo que pasa por su cabeza que muchas veces puede ser algo maravilloso y otras algo negativo.
Pero como seres humanos debemos mantener una conexión natural, positiva, que nos una en un mismo sentir que haga que nuestros días tengan verdaderos momentos de bienestar. Y aunque muchos crean que exagero, eso lo da un simple buenos días.
Estás deseando algo bueno para esa persona, le estás transmitiendo que te importa y que lo tomas en cuenta, que para ti es visible y real y no solo alguien a quien ni miras.
Y al mismo tiempo tú sientes ese bienestar de compartir algo bueno con otro ser humano. Si fuéramos capaces de repetir esta acción a lo largo del día de diferentes formas estoy segura que todo se vería de un color lleno de esperanza.
A veces cuando estoy sentada en algún lugar me dedico a observar a la gente, veo mucha tristeza, enojo y hasta agresividad y me pregunto: ¿qué nos está pasando? Y me doy cuenta que no estamos fomentando lo más básico de nuestras interrelaciones, que no valoramos lo más sencillo porque estamos enfocados en otras cosas. Y ese simple buenos días es poderoso.