Me imagino que la friturera no tiene idea de cuánto vale el Rolex que en su muñeca izquierda llevaba el senador Reinaldo Pared Pérez, quien le compró varios yaniqueques el pasado fin de semana, y que orondo se hizo luego un “selfie” para demostrar que era un hombre sencillo, a pesar de ser “tan rico y elegante”.
Pero yo le voy a decir: un relojito como ese cuesta, mínimo, 5,490 euros, y puede llegar a 26,000 euros (1,285,440 pesos), es decir, más cuartos que todos los yaniqueques que ella ha vendido en su vida.
Sin embargo, en honor a la verdad, hay que admitir que su amor por los yaniqueques es anterior a que adquiriera su primer Rolex.
Pero quien casi muere de espanto fue el compañero que recibió en su casa al expresidente Leonel Fernández cuando este pidió chicharrón, y se “jartó” un pedazo con todo y el gordo.
Qué admirable, aquel señor con un relojazo como ese (parecido o mejor que el de Reinaldo, hay que suponer, por asunto de jerarquía) y comiendo un “vulgar” (pero sabroso) pedazo de chicharrón, igual que cualquier otro mortal. ¡Ay, si lo viera Joseph Stiglitz! ¡Ay, si Alain Touraine se entera! ¿Qué diría Bill Gate si sabe que el esposo de Margarita come así, gandío? Pero na’, “el aguaje es parte de la política”.
El baño de pueblo del ex incluyó -según me dicen- hasta un pedazo de morcilla (de los mismos que antes comía en su natal Villa Juana, pero eso no lo recogió la prensa). ¡Quién lo iba a imaginar, Leonel comiendo morcilla!
Sin embargo, me dijo una periodista que anduvo en el recorrido, que el “Príncipe” no pudo disimular su cara de asco cuando le sirvieron los domplines. Los miró como quien dice: “¿Y ahora qué hago?”, aún así, se los “jondió” de dos bocados.
“Es increíble lo que hay que hacer para ganarse el voto de la gente”, debió pensar mientras miraba la hora en su lujoso reloj.
Lo peor de todo fueron los retortijones en las tripas, los cólicos y los escalofríos, pues un organismo acostumbrado a cosas finas reacciona de mala manera cuando su dueño hace desarreglos. Por suerte hay Metronidazol, aunque un amigo prefiere limón con sal.
Y todo ese sacrificio de Reinaldo y Leonel hay que agradecérselo a Danilo, que brincando charquitos y haciendo visitas sorpresa tiene a la gente como “alelá”. De Montás no digo nada, porque Temo…
Mientras, sigo pensando qué busca un Rolex entre yaniqueques, chicharrones y domplines.
Me pregunto, quién es peor, quien finge lo que no siente o aquel que le cree sabiendo que miente.