Uno de los errores garrafales que cometen grandes atletas ha sido mantenerse activos cuando sus fuerzas ya están agotadas o en ese proceso.
En ese trajinar pierden hasta el favor de sus seguidores más leales, debido a que pasan de lo sublime a lo ridículo, el peor estadio en que debe verse alguien.
Esa es una situación bastante compleja y tortuosa, dado que muy pocas de esas grandes estrellas reconocen sus pequeñas o grandes limitaciones.
Llegar a esa etapa no es nada aconsejable, porque la historia en todos los deportes recoge casos que dan ganas de llorar, porque es el camino más fácil de llegar a la ridiculez.
El paso que acaba de dar el boricua Carlos Beltrán, una figura respetable durante su trayectoria en Grandes Ligas, al anunciar ayer su retiro, es plausible, dado que de aquí en adelante es poca cosa la que puede agregar a su carrera de 20 años.
En la historia de los deportes, como en cualquier otra actividad, aunque aquí los políticos no se jubilan, está demostrado que saber retirarse es saludable cuando se inicia un proceso imparable de obstáculos físicos.
RADARES.- Adrián Beltré, y qué bueno, ha recibido una gran cantidad de homenajes tras su arribo la pasada semana al país, fruto de una carrera callada, pero estruendosa, en cuando a las excelentes estadísticas que ha acumulado en su vida deportiva.
Ser el único nacido en este lar con más de tres mil hits en Grandes Ligas, es sencillamente una gran proeza que todos deben reconocerle.
Quedé ayer sumamente impresionado con Adrián, porque en un encuentro con los periodistas de los periódicos EL DÍA, El Nacional y Hoy, esbozó sus puntos de vista sobre temas de trascendencia social para las presentes y futuras generaciones.
Tiene un firme criterio de la unidad familiar y la juventud dominicana. Afirma que cuando se retire, si llega a Cooperstown, que es casi seguro, desea imitar a Pedro Martínez, quien en el acto de inmortalización montó un espectáculo inolvidable de dominicanidad. ¡Qué bien!