No ha habido un solo estamento social que apoye o trate de justificar las multimillonarias sumas de dinero público que se reparten entre sí los “honorables” diputados y senadores dizque para realizar obras benéficas en favor de los pobres.
Las aberrantes partidas que los congresistas se asignan a ellos mismos salen del Presupuesto Nacional, o sea que todo ese dinero se le quita al Estado para dárselo a los distinguidos representantes del pueblo.
Y mientras en algunos hospitales no hay curitas ni mercurocromo, los legisladores se llenan los bolsillos con el pretexto de ayudar a los más necesitados.
Los senadores tienen el “barrilito”. Los diputados cuentan con el “cofrecito”. Unos y otros, además, se asignan sumas astronómicas para hacer regalos (supuestamente) en fechas especiales como el Día de las Madres y otras ocasiones.
Se trata de una vergonzosa situación que todo el pueblo repudia y que debe ser corregida de inmediato.
Si los señores diputados y senadores tuvieran un poco de vergüenza, un poquito nada más, y eliminaran de un solo golpe todas esas indelicadezas, la nación sería capaz de perdonarles sus faltas cometidas hasta ahora. Si tuvieran un poco de vergüenza.
Pero parece que no tienen.