La obtención de apenas una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, ha sido tomada por muchos como la medida para hacer una evaluación del desempeño deportivo del país en 2016.
Apenas una medalla, constituyó para muchos un verdadero fracaso, porque entendían que se estaba en capacidad de mucho más.
La culpa de este “fracaso”, como ya es el “catecismo”, recayó sobre el Ministerio de Deportes, en especial del ministro de turno, aunque los recursos para la preparación de los atletas fluyeron con normalidad hacia las instancias responsables de ese aspecto.
Se estuviera o no en capacidad de lograr mejor participación, la verdad es que cuando se hace un repaso de lo ocurrido en el deporte dominicano, todos se lavan las manos como Pilatos.
¿Sobre quién o quiénes recae la responsabilidad de que los atletas realicen un mejor trabajo en competencias internacionales?
Esta es una sociedad de irresponsables en la mayoría de los estamentos, y los deportes no escapan en lo más mínimo, y las obligaciones, cuando por equis causas no pueden ser cumplidas, se les hecha la culpa a otros de diversas formas.
Habrá que hacer un recuento serio sobre el desempeño del deporte en 2016, haciendo una comparación de resultados competitivos, con relación a la cantidad de recursos económicos invertidos.
Asimismo, saber a cuáles proyectos se les dará prioridad, y en los que se invertirá la mayor parte del presupuesto de 2017.
Quiérase negar o no, el deporte sigue siendo un misionero con pocos recursos, un pedigüeño con escasa fortuna para que lo “ayuden”, y los que le suelen llegar como especie de limosnas duelen muy poco, porque hasta la misma sociedad ha sido permisiva al no cuestionar ni interesarse absolutamente sobre lo que se hace y pasa en ese sector.