Los datos que regularmente ofrece el Banco Central de la República Dominicana acerca de las perspectivas económicas siempre lucen alentadores, pero no convincentes para una parte del pueblo dominicano que ve con incertidumbre el futuro del país.
Una mirada a los entornos internacional y nacional no resulta halagadora. A nivel mundial, las alzas en los precios de los commodities, especialmente el petróleo y el trigo, representan una seria amenaza para las economías en vía de desarrollo; y en el plano local, la pesada carga de la deuda externa y la existencia de una coyuntura desfavorable para generar una reforma fiscal integral, oscurecen aún más el panorama.
Todo esto se agrava con el hecho de que, a pesar de los esfuerzos de la administración del presidente Luis Abinader para inmunizar a la población dominicana contra el Covid-19, todavía no hay fecha cierta en el calendario en el cronómetro de superar la crisis sanitaria que ha golpeado de manera inmisericorde nuestra economía.
La República Dominicana, como todos los países de América Latina, se encuentra ante el dilema de continuar la carrera de endeudamiento o aprobar una impopular reforma fiscal que podría provocar protestas sociales.
Lo cierto es que, ante un panorama tan complicado, lo recomendable sería que el liderazgo nacional sea convocado por el presidente Abinader para buscar la salida que mejor convenga a los intereses nacionales.
Sin embargo, subyace un problema de fondo: la sociedad dominicana está dividida. En una especie de surrealismo mental en el que predominan dos mundos, uno de los “honestos” y otro de los “corruptos”, el de los “buenos” y de los “malos”, el de los “píos” y el de los “impíos”.
Esto me hace pensar en el mundo que el cantautor cubano Silvio Rodríguez describe en su canción “Sueño con serpientes”, significando la lucha permanente de la humanidad entre el bien y el mal, en una narrativa parecida al diálogo inconcluso de Platón que tuvo como personajes centrales a Sócrates y a Eutifrón, aquel día en que coincidieron por ante el Arconte, una especie de fiscal de la Antigua Grecia.
Los personajes de la conversación no pudieron arribar a un conclusión acerca de qué era lo pío y lo impío, es decir, lo bueno y lo malo; en cambio el poeta, oriundo de San Antonio de los Baños, a pesar de la pesadilla en el sueño, mantiene el optimismo de construir una sociedad justa y bondadosa: “Esta (la serpiente) al fin me engulle, y mientras por su esófago paseo, voy pensando en qué vendrá, pero se destruye cuando llego a su estómago y planteo con un verso una verdad”.
De la misma manera, en el teatro de la política dominicana se vive una lucha descarnada, que da la sensación de que lo que cuenta es únicamente la capacidad de aplastar desde el poder.
No importa nada, se abren profundas heridas, se ha perdido el respeto y los insultos forman parte de la cotidianidad. Refleja una lucha para determinar quién va directo al infierno y quién se conducirá al paraíso, sin que medie el purgatorio de la “Divina Comedia”, de Dante. No existe espacio para la lucha civilizada, la cordura y el bien.
En las redes sociales y en determinados espacios en medios de comunicación electrónicos se ve cómo personajes que exteriorizan sus sentimientos de maldad, envidia, odio, rencor y mezquindad contra cualquier persona que no coincida con sus ideas.
El hecho de que la sociedad siga dividida no augura un futuro económico promisorio para el pueblo dominicano. ¡Que Dios nos ilumine!