Las fuerzas opositoras no lograron superar la división que las dispersa. Aunque curiosamente, sus líderes se declaran casi todos partidarios de una gran alianza electoral, son tantos los intereses encontrados y tantos los vicios arraigados en el partidismo dominicano, que la gran coalición o convergencia de fuerzas opuestas al continuismo peledeísta no ha podido, y difícilmente pueda, cristalizarse con miras a las venideras elecciones.
Aun así, esa misma oposición tiene la necesidad imperiosa de dar una muestra de responsabilidad política y ahora que hay tiempo, hacer un acuerdo por lograr de conjunto las condiciones indispensables para unas elecciones limpias. Ya conocemos lo que sucede cuando el gobierno se involucra en un proceso electoral y pone en juego su capacidad de presión y su determinación de usar los recursos del Estado.
El peligro de que eso ocurra en el actual proceso electoral pocas veces había sido tan grave. El partido oficialista está envuelto medularmente en el proceso, los cuadros de ese partido están de lleno en la competencia y ya oímos al presidente de la República declarar sin rodeos que, con los hombres y mujeres que tiene a su lado: “Yo gano las elecciones”. Aunque el candidato es otro.
La señal no puede ser más clara y rotunda y los presagios no pueden ser más preocupantes. Lo que se ve venir es el gobierno, con el presidente a la cabeza, envuelto cada vez más febrilmente en la campaña electoral y en esas circunstancias pensar en unas elecciones con un mínimo de equilibrio y equidad es simplemente una ilusión.
El realismo aconseja que ante un adversario que se dispone al ataque, su contendor se prevenga para la defensa. Entonces, las fuerzas opositoras están emplazadas a acercarse, y aunque no haya alianza para ir a los comicios, por lo menos ponerse de acuerdo en un pliego de demandas y luchar por condiciones que eviten que el clientelismo, la manipulación, el ventajismo, la compra de votos, el control privilegiado de los equipos de votación y conteo del voto, vuelvan a viciar el proceso y a prostituir los resultados. Ojalá la oposición ponga manos a la obra, libre la batalla de opinión, lleve sus reclamos ante la Junta Central Electoral, involucre a sectores de la sociedad y lo haga ahora, porque después del hecho consumado no le lucirá volver de nuevo al muro de las lamentaciones.