Este, República Dominicana, es un país muy especial, y quien lo dude, solo tiene que dar un vistazo a su alrededor, en cualquier estadio, para que le dé visos de veracidad.
Cuando se cree que se están haciendo las cosas por el “librito”, se descubre que es todo lo contrario.
Y es sobre esa realidad que la gente se pregunta: ¿En quién creer? ¿Cuando las cosas están bien o mal, si hay un descreimiento de todo?
Los deportes en todas sus vertientes son un excelente caldo de cultivo para descubrir las tremendas contradicciones que existen en ese sector, pero que muy pocas veces se dan a conocer.
Es un submundo que sabe cómo lidiar con sus males, problemas internos, guerras fratricidas, en especial cuando de retener el poder en cualquier estamento, desde un club, asociación, federación o Comité Olímpico.
Mientras los problemas corroen sus estructuras, nadie a lo interno, se atreve a airearlos fuera del entorno íntimo, porque tienen una especie, aunque tengan discordancias, de que la “guerra” bajo ningún concepto puede trascender fuera de sus fronteras, siempre a lo interno, para que los “enemigos coyunturales”, sean los que por obligación, los que recojan los “heridos y cadáveres”.
Es una especie de pacto del silencio, donde por muchas incoherencias y malquerencias que se produzcan, todo queda a lo interno. Por eso, este es un país “muy especial”, donde se produce cualquier hecho sin que nadie se inmute.