El presidente tuvo la suerte de llegar en 2020 sin ninguna experiencia de Estado y posicionarse sagazmente —bajo terribles circunstancias— entre quienes mejor y más relevante legado dejan.
Reformar la Constitución para impedir más de una reelección, empero, ha desbocado ambiciones legítimas por la candidatura del PRM en 2028.
Ese laborantismo, prematuro y extemporáneo, paradójicamente, afecta tan negativamente al Gobierno, al que le quedan tres años y siete meses, que la aparente segura continuación del partido de Abinader ya no es así.
Entre los creídos presidenciables hay de todo: excelentes funcionarios sin suficientes tablas, oportunistas con esqueletos en su clóset, “desvisados” y quienes apuntan alto para pegar bajito.
Encuestas sin publicar indican que hoy hay sólo tres posibles con suficiencia para vencer cómodamente a la oposición, preservar la unidad del PRM y evitar carreritas como las dadas a exfuncionarios del PLD.
Son Raquel Peña, Carolina Mejía y David Collado, excelentes los tres.
Quizás si Luis Abinader señala a su sucesor desde ahora, cesen las tempestades de incordios mediáticos con fondos públicos. El poder como Júpiter a veces devora a sus hijos. Luis merece preservarse y gobernar en paz el resto del período.