El presidente Luis Rodolfo Abinader Corona acaba de dar a conocer datos socioeconómicos interesantes, que revelan un importante impulso en la calidad de vida de la gente, en los últimos tres años.
Citó el mandatario de la nación la reducción del desempleo ampliado que, de acuerdo a los especialistas, es el grupo de personas con edad para trabajar, que buscan un empleo y no lo encuentran; sumado al de quienes, sin buscar empleo, están disponibles para trabajar.
El volumen de reducción, de un 14.7 en diciembre del año 2020, a un 11.7, en diciembre del año 2022, es impactante, sobre todo, si se toma en cuenta el período de incertidumbre que dejó el coronavirus, con su Covid-19, extendido como un manto de fatalidad para la mayoría de los países del mundo.
Como si, se hubiera tratado de enfrentar un desafío al honor y contra todos los pronósticos sobre la profundización de la crisis económica y social por la pandemia y la emergencia sanitaria, República Dominicana se ha erigido en nación modelo para el desarrollo, en lo relativo a la estabilidad económica y a su pronta recuperación.
Han sido momentos en los que los vientos no han soplado a favor de desplegar elevados recursos financieros, pero en los que, paradójicamente, el país ha alcanzado una inversión superior a los 50 mil millones de pesos, en los primeros seis meses del presente año 2023.
El turismo ha sido uno de los principales pilares para motorizar la economía nacional, en la que se mantiene como sector líder, con una inversión histórica, superior a los mil millones de dólares, lo que representa el 25 % de la Inversión Extranjera Directa (IED), que alcanzó, por primera vez, un total de más de cuatro mil millones de dólares, en el año 2022.
El presidente Abinader asegura, y se ve en el día a día, que su gestión ha logrado elevar la calidad del gasto estatal y fomentar la eficacia de las políticas públicas.
Ese comportamiento ha permitido, entonces, generar mayor bienestar para la población, incluyendo, la reducción de un 28.3 % a un 21.2 % de la triste y muchas veces olvidada población conocida como los “ni ni”, jóvenes que ni estudian ni trabajan.
En lo particular, prefiero llamar a esa juventud, “los sin sin”, como los identifica el profesor Rafael Santos Badía, luchador social y reconocido dirigente político, de aquilatado y bien enfocado pensamiento. Ellos viven sin acceso al estudio, al trabajo, ni a las oportunidades. Han sido víctimas de malas decisiones y de peores comportamientos, por parte de muchos gobernantes.
Hay que convenir, entonces, que actualmente se manifiesta un compromiso por enderezar entuertos y profundos abismos recurrentes, que nos han incrementado en forma exponencial la ya muy larga, larguísima, deuda social acumulada, y que plantea retos y desafíos múltiples.
Son muchos frentes abiertos, es verdad. Hay demasiadas brechas que contribuyen a la existencia de una sociedad atomizada, como la que estamos viendo, y propicia el enfado, el odio, la amargura, la envidia, la rabia, la vergüenza, la violencia, la delincuencia, el irrespeto, la desconsideración y, sin lugar a dudas, la desesperanza.
Comenzamos a cambiar, aunque lentamente. Todos debemos poner montañas de arena para construir un espacio social diferente y buscar el bienestar integral. No terminemos de hundir la nave, que ya bastante profunda está.