MANAGUA, Nicaragua. Puede que hablar de paz y de esperanza como un auténtico anhelo de la humanidad en estos momentos parezca una postura absurda o ilusoria. Los tambores de guerra estremecen al mundo y ya nos afectan a todos.
Colocarnos una venda sobre los ojos no nos libera de una situación abrumadora y saturada de grandes peligros.
Quizás, una de las más oscuras y deprimentes manifestaciones de esta situación es el uso y abuso de la mentira, la manipulación, la equívoca, malintencionada y tendenciosa interpretación de los hechos. Alcanzar la verdad es un ejercicio de inteligencia, de razonamiento, de fría discriminación, de conocimiento de la historia, de desechar falsedades y distorsiones que nos arrojan en cantidades asombrosas.
Hay demasiadas situaciones por las cuales preocuparse. La deshumanización es creciente. Los antivalores se imponen a todos los niveles.
Peor aún: muchas personas ya los aceptan rutinariamente con actitud complaciente y divertida. Solo hay que ver cómo gentuza vinculada a esa deplorable «música» callejera, definitivamente horrible y degradante, se pasea por ahí contaminando el ambiente.
Esa amarga verdad se multiplica como una plaga a través de las denominadas “redes sociales” cuyo contenido es cada vez más deleznable y repugnante.
La situación del virus es compleja y riesgosa, porque la sociedad universal empieza a conducirse como si el peligro perteneciera al pasado.
Lo más preocupante en este contexto es la condición humana. Un nivel de degradación en las conductas nos hace recordar los momentos más graves que registra la historia sobre la maldad de la que el ser humano es capaz. Maldad infinita. Degradación.
Comercio y consumo de drogas, pandillerismo, sicariato, crímenes espantosos e irracionales, irrespeto a la vida humana, a los principios sobre los cuales se asienta la civilización…
Ahora más que nunca la práctica de la meditación y la participación en proyectos sociales humanitarios deben ser parte de nuestras rutinas. Es preciso no dejarse abrumar por esta avalancha de perversidades en las que predomina un elevado nivel de manipulación, mentira y distorsiones de toda naturaleza. El mundo está atestado de lobos con piel de oveja y es preciso estar atento.
Hay que meditar cada paso. Estar pendientes de las personas que se aman, para advertirlas de las contingencias. Hay que escoger sabiamente compañías, amistades, a quienes tengan acceso a nosotros, no dejarnos convencer por falsas actitudes y posturas y una malignidad y una hipocresía que se esparce por todas partes como una enfermedad mortal.
Hace dos días, escuché al presidente Abinader enumerar una serie de medidas para enfrentar los problemas del costo de la vida, el desamparo en que subsisten muchas personas, la radical transformación de la sociedad para que esta le sirva al pueblo y a la Patria.
Su discurso estuvo encaminado a aplicar disposiciones encaminadas a hacer más tolerable y llevadera una situación social, económica y espiritual cada vez más compleja y que, sin dudas, nos va afectar lo querríamos o no.
Estos, son días complicados y difíciles. Días para pensar qué es lo más conveniente y apropiado. El mundo que nos ha correspondido vivir está tan cargado de brumas y oscuridad que es preciso caminar despacio y con pie firme para no caer en el abismo.