Lo definitivamente cierto es que el país atraviesa por una situación desbordada de problemas y desencuentros. Hacerle frente a esta suma de males requiere de mucho esfuerzo y mayor dedicación tanto de las autoridades como del sector privado y su incursión global en el panorama, así como del ciudadano y las entidades que lo representan.
El Gobierno ha orientado la administración pública en el mejor de los sentidos posibles. Sólo que enfrentar tantas situaciones complicadas requiere de una participación amplia y resuelta de todos nosotros y de todas las instituciones, las calificadas como “fuerzas vivas” de la nación.
Resulta evidente que en este contexto algunos de los intereses involucrados hacen difícil la búsqueda de soluciones vinculadas con el bienestar colectivo y el mejor desenvolvimiento social.
De ahí que vivamos en un ámbito en el que se conjugan los mejores intereses del pueblo, el país y las autoridades con los inconvenientes y los conflictos propios de toda sociedad abierta, cuyo proceder se enmarca en un contexto de participación y de bien común.
Es preciso hacer énfasis en el hecho de que la pandemia vino a incrementar muchos de nuestros males y problemas ya agravados por un protagonismo político previo definitivamente nefasto. Las clásicas distorsiones de una sociedad con tradiciones y conductas defectuosas alcanzaron un nivel que arrastró a límites extremos los inconvenientes y conflictos, así como disminuyó sustancialmente la capacidad resolutoria de los poderes públicos, las instituciones y del ciudadano.
Un ejercicio degradado del poder y sus verdaderos fines por decenas de años previos a la actual administración creó enormes inconvenientes que todavía, en un contexto diferente, se han transformado en un peso muerto para todos, pueblo y autoridades.
De ahí que sea fundamental prestar toda la atención posible a situaciones como las de la salud mental del ciudadano. Por ejemplo, en la celebración del “Día Mundial de la Prevención del Suicidio” se llamó la atención sobre la necesidad de colocar en primer término la denominada “conducta suicida” y sus múltiples manifestaciones cuyo costo social es significativamente elevado.
Una evaluación de este tópico se define como que “falta de todo para atender la salud mental de la población”.
De ahí la solicitud de un subsidio para los medicamentos orientados a enfrentar los problemas relacionados con la depresión, la ansiedad, los trastornos de personalidad y quebrantos como la bipolaridad, la demencia y la esquizofrenia.
“Tenemos una salud en déficit”, es el criterio generalizado. “Vivimos en una sociedad muy vulnerable a padecer problemas de salud mental”, es el decir, colectivo.
En este contexto resulta edificante la celebración del Foro del Noroeste y su compromiso “de enfrentar los factores críticos en la región”.
Una demanda significativa es la de mejorar el gasto social que es calificado como “un verdadero reto”. Es esperanzadora la declaración oficial de que, para el 2025, el 25 por ciento de toda la energía del país será renovable.
En nuestra cotidianidad, la tragedia no deja de estar presente. “Joven de 34 años se convierte en octava víctima de accidente de Azua”.
El tránsito vehicular sigue siendo uno de nuestros principales dolores de cabeza. No hay espacio para citar tantas situaciones que nos aquejan. “Bloquean vía hacia el sur profundo en reclamo de escuela” (Listín Diario). “Facultades de la UASD están en estado crítico”.