Arrancó el cronómetro del segundo mandato del presidente Luis Abinader, un cuatrienio de gobierno en que el mandatario tendrá menos indulgencia social que en el que acaba de finalizar el viernes.
Durante el período constitucional 2020-2024, navegó solo auxiliado de las velas, sin tener que encender los motores de la nave presidencial, debido a una serie de circunstancias que le favorecieron para garantizar una gobernanza sin conflictos.
La oposición política no existió, especialmente porque el principal partido, el de la Liberación Dominicana (PLD), fue silenciado. Los nuevos gobernantes obtuvieron amplio provecho de la máxima de que el poder es para usarlo.
Y lo usaron. Hay que reconocerles sus habilidades para construir una narrativa de lucha anticorrupción que les posibilitó judicializar la política sin contratiempo.
Además, muchos críticos de las administraciones peledeístas silenciaron sus otrora poderosas voces; y siguen silenciados. El monto publicitario estatal de alrededor de RD$9 mil millones cada año jugó un rol preponderante en el acallamiento de la opinión pública, empujando hacia un duelo de la democracia. Las voces del ecologismo bajaron sus alas, mientras son depredados los recursos naturales.
En el primer tramo del período gubernamental de Abinader tuvo en la Fuerza del Pueblo un aliado coyuntural, a cambio de algunas concesiones políticas poco conciliables con la democracia.
En definitiva, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) condujo las riendas del Estado a toda vela en un mar en calma. Sin oposición en el Congreso Nacional que le impidiera aprobar cifras récord de empréstitos con organismos crediticios internacionales. También la deuda interna del Banco Central ha subido como espuma de detergente.
El panorama del segundo mandato parece distinto. Habrá de aprobarse una reforma fiscal que implica más cargas económicas, perjudicando significativamente a la clase media y a los más pobres.
El pago de la deuda externa será superior. Hay más demandas sociales acumuladas.
El oficialismo perderá cohesión por la lucha interna en procura de la Presidencia de la República. Resulta previsible el aumento de casos de corrupción en la administración pública. En fin, los desafíos serán de envergadura para la administración de Abinader.
Existe otro elemento de esos que, aparentemente no se ven en la política, pero que podría aparecer en los siguientes cuatro años, y es el hecho de la alta abstención electoral, que ascendió al 46 % en los comicios congresuales y presidenciales.
Hasta el momento no se ha profundizado si se trató en realidad de ese fenómeno o, por el contrario, fue una muestra de desafección política de la población con el propósito de transmitir significados de indignación o de rechazo al Sistema de Partidos Políticos.
En caso de que la premisa de que la baja participación electoral del 19 de mayo de este año significó una respuesta de desafección política, entonces estamos ante signos de preocupación, debido a sus implicaciones en la gobernanza y la democracia dominicana. En este caso, no hay duda de que impactaría negativamente la cotidianidad nacional en el porvenir inmediato.
La desafección política no se trata de una cuestión menor; consiste en un fenómeno de mucha significación para cualquier democracia. Hablamos de un comportamiento, sobre todo emocional y pasional, de ausencia de pertenencia, de sentirse a disgusto en la comunidad política, de falta de representación y desconfianza en los gobernantes, entre otros elementos.
El cronómetro del segundo mandato del presidente Abinader está en marcha rumbo al 2028, en medio de grandes retos y desafíos económicos, políticos y sociales.
De entrada, las autoridades gubernamentales deben tener clara la comprensión que durante el ejercicio del poder en un segundo mandato hay menos indulgencia social.