Como era de esperarse, en su discurso al país del pasado miércoles el presidente Danilo Medina defendió a rajatablas y sin tapujos la reforma constitucional que le permitirá postularse nuevamente como candidato a la Presidencia y, cual Balaguer, habló de las bondades de la reelección.
Medina se refirió brevemente a los éxitos de su gestión, pero el centro de su discurso fue sin dudas el tema de la reelección. Habló como candidato, no como Presidente.
Dijo que cambió de opinión y que ahora está convencido de que la reelección es buena, por lo que pide a los electores cuatro años más para -según él- seguir trillando el camino del progreso (y de la impunidad, agrego yo).
Se trató, a todas luces, del inicio de una campaña reeleccionista del mismo hombre que le había dicho al país: “…no tengo ningún interés de ser líder, ni reelegirme, ni nada por el estilo”.
Fue el mismo Danilo Medina quien en una ocasión dijo que aspirar a la reelección “era como comerse un tiburón podrido sin eructar”. ¡Vaya que se le abrió el apetito!
Es penoso ver a un Presidente que se había proyectado como un hombre sencillo, poco ambicioso, revelarse de repente como lo contrario.
Al margen de este aparente súbito cambio de opinión, no característico en un hombre frío, calculador y parco al hablar, el Presidente mintió al país varias veces y, como Simón Pedro (el que negó a Jesús), lo hizo mucho antes de que cantara el gallo.
No es cierto, por ejemplo, que en su gobierno haya disminuido la desigualdad, a pesar del crecimiento económico, por el contrario se ha incrementado, sí ha crecido la concentración de la riqueza.
El Presidente también mintió al afirmar que no hizo nada para imponer la reelección.
Al decirlo evidencia que ciertamente es “capaz de tragarse un tiburón en descomposición sin eructar”, pues todos sabemos las bases de las negociaciones, primero con el grupo de Leonel y luego con lo que queda del PRD y el PRSC, dos bisagras oxidadas .
Todos sabemos que los compró a billetazos limpios y comprometiendo los recursos del Estado, hasta se ha hablado, incluso, de crear dos nuevas provincias.
Es vox populi que a cada congresista se le puso un precio mucho más alto que su escasa dignidad, y se le pagó por adelantado, precisamente con recursos públicos.
Pero todo eso fuera irrelevante -tomando en cuenta la triste naturaleza de nuestros políticos tradicionales- si ese patético acto de campaña no se hubiera hecho desde la Presidencia de la República, con todo lo que ello implica.
Es un burdo uso y abuso de los recursos del Estado.
Definitivamente, este ha sido un mal comienzo de la campaña reeleccionista de Danilo Medina.